Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
Las organizaciones humanitarias se han volcado en el uso de las nuevas tecnologías y se ha hecho frecuente el uso de datos biométricos como el reconocimiento de la retina, la palma de la mano o las huellas dactilares para hacer seguimiento de la ayuda en situaciones de emergencia. Llegados a este punto, podemos preguntarnos si el sector está realmente preparado para proteger datos de carácter tan personal.
Hace solo unos decenios, el reconocimiento de la retina y de la palma de la mano eran tecnologías circunscritas a las películas de ciencia ficción o de James Bond. Hoy en día, se han convertido en elementos cotidianos, incluso en lugares como los campamentos de refugiados o personas desplazadas por crisis.
Por ejemplo, la Cruz Roja de Kenia comenzó a utilizar los sistemas de reconocimiento de retina y huellas dactilares como parte de su asistencia en el proceso de reconstrucción tras las inundaciones que devastaron el país en 2018.
En ausencia de una normativa clara sobre el uso de datos biométricos, los miembros del personal de la Cruz Roja de Kenia han aplicado voluntariamente el Reglamento general de protección de datos de la Unión Europea (RGPD), así como las políticas establecidas por el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.
“Para nosotros, no se trataba simplemente de llegar, hacer la evaluación y recopilar los datos necesarios sobre la población destinataria”, explica Steve Kenei, analista de datos del Centro Internacional de Asuntos Humanitarios de la Cruz Roja de Kenia.
“Hicimos la evaluación en colaboración con la comunidad y dejamos que ellos mismos estableciesen las prioridades para la entrega de la ayuda”, nos cuenta. “Así, los miembros de la comunidad percibieron la tecnología biométrica como una garantía adicional de que los materiales para alojamiento provisional y de emergencia únicamente llegarían a manos de quienes más los necesitaban”.
En ese contexto, Kenei afirma que el uso de datos biométricos puede contribuir a generar confianza en aquellas comunidades que enfrentan condiciones de extrema adversidad. Además, permiten aportar garantías a los donantes y al público en general, al ofrecer pruebas fácilmente cuantificables de los resultados obtenidos.
Por otro lado, también es posible que elementos como el reconocimiento de la retina y las huellas dactilares sean recibidos con escepticismo y hostilidad por quienes consideran que se trata de tecnologías demasiado invasivas. En los últimos años, los refugiados y desplazados de algunos campamentos se han quejado de estas prácticas, se han mostrado incómodos con el proceso y han planteado dudas sobre el uso que se daría a datos de carácter tan personal.
Contribuye a esa frustración el hecho de que quienes huyen de conflictos o buscan alojamiento provisional y de emergencia tras vivir situaciones de violencia o inundaciones quizás no se sientan en condiciones de rechazar la invasión de su privacidad, especialmente si depende de ello el acceso a alimentos, alojamiento, transferencias monetarias o medicamentos.
Algunos expertos que han estudiado el uso de los datos en el contexto de las intervenciones humanitarias consideran que el sector debe comenzar a cuestionar sus propias prácticas y colaborar en la adopción de normas universales destinadas a garantizar la adecuada protección de los datos biométricos.
“En los últimos cinco o diez años, el sector humanitario ha pasado precipitadamente de no utilizar en absoluto la tecnología biométrica a convertir los datos biométricos y la identidad digital en la piedra angular de la asistencia humanitaria en el siglo XXI”, explica Nathaniel Raymond, experto en derechos humanos y profesor en el Instituto Jackson de Asuntos Mundiales de la Universidad de Yale. “La adopción de innovaciones tecnológicas en el sector humanitario ha sido mucho más rápida que la actualización de los códigos éticos, las normas y los análisis jurídicos”.
En parte, esa prisa por incorporar las nuevas tecnologías está motivada por las crecientes presiones que reciben las organizaciones humanitarias para obtener más resultados con menos recursos. A medida que aumentan las necesidades humanitarias y las estrecheces presupuestarias, las organizaciones buscan soluciones innovadoras, de base tecnológica y orientadas a los datos, que pueden ofrecer resultados sustentados en pruebas inequívocas.
“Ni siquiera las organizaciones habituadas a evaluar y gestionar riesgos en contextos de extremo peligro son conscientes en todos los casos de las amenazas que esconde el mundo digital”, indica Alexandrine Pirlot de Corbion, directora de estrategia de Privacy International, una de las principales organizaciones mundiales en el ámbito de la protección de los datos.
“Históricamente, el sector humanitario siempre ha sido muy cuidadoso a la hora de proteger la confidencialidad de las personas beneficiarias de ayuda”, señala Pirlot de Corbion, coautora de diversos informes publicados conjuntamente por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y Privacy International, en los cuales se critican las prácticas del sector humanitario en materia de protección de datos (véase The humanitarian Metadata problem: Doing no harm in the digital era [en inglés]).
“Sin embargo, no se ha visto esa misma concienciación en el ámbito digital, en un contexto de creciente recurso a internet y al procesamiento de datos por parte de los agentes humanitarios”, explica Pirlot de Corbion, con relación a las investigaciones de su equipo. “Como tampoco hemos visto que se aplique el mismo método de identificación de amenazas y riesgos, ni la definición de las salvaguardias necesarias para hacerles frente”.
“Históricamente, el sector humanitario siempre ha sido muy cuidadoso a la hora de proteger la confidencialidad de las personas beneficiarias de ayuda. Sin embargo, no se ha visto esa misma concienciación en el ámbito digital, en un contexto de creciente recurso a internet y al procesamiento de datos por parte de los agentes humanitarios”.
Alexandrine Pirlot de Corbion, directora de estrategia de Privacy International, una de las principales organizaciones mundiales en el ámbito de la protección de los datos.
La protección de los datos resulta particularmente crucial en las zonas de conflicto, donde cualquier filtración de ese tipo de información puede ser un asunto de vida o muerte. En la actualidad, el CICR adopta un enfoque precavido con respecto a los datos biométricos. La persona examinada conservará dichos datos en una tarjeta, sin que el CICR deba almacenarlos en ningún caso.
“Analizamos muy detenidamente las eventuales ventajas de utilizar datos biométricos en materia de eficacia y eficiencia, y examinamos los posibles riesgos en caso de que esos datos acaben en las manos equivocadas o se haga un uso indebido de ellos”, señala Massimo Marelli, director de la Oficina de Protección de Datos del CICR.
“En última instancia, decidimos que la política del CICR debería consistir en registrar y almacenar los datos biométricos exclusivamente en una tarjeta conservada por el propio titular, y nunca en una base de datos centralizada bajo la responsabilidad de la organización”.
Es evidente que las organizaciones humanitarias asumen una enorme responsabilidad con relación a los datos biométricos y a otras modalidades de información digital. Por su parte, Marelli no afirma que todas las entidades del sector deban adoptar en todos los casos la misma política que el CICR, pero comparte con otros expertos la opinión de que cada organización debe decidir con pleno conocimiento de los riesgos y las eventuales ventajas, que serán diferentes en cada caso.
“El hecho de que existan riesgos no implica que nos quedemos de brazos cruzados”, añade Marelli. “Simplemente necesitamos elaborar las herramientas necesarias para comprender los riesgos existentes y asumir la responsabilidad cuando decidamos correr esos riesgos. En cierto modo, es lo mismo que hacemos en el mundo físico. La única diferencia es que en el mundo físico estamos mejor equipados para enfrentarnos a los riesgos porque podemos percibirlos con mayor claridad”.
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