Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
Desde las “hamburguesas del huracán” hasta los burritos de langosta, Lovely Reckley sirve la tradicional comida reconfortante de las Bahamas con un toque especial porque su restaurante ayuda a una comunidad a recuperarse de una tormenta mortal.
Nacida en un pequeño pueblo de pescadores en la isla de Ábaco de las Bahamas, Lovely Reckley se crió en la tradición de una cocina que proviene directamente del mar. «Al crecer en Fox Town, estábamos en realidad prácticamente en el agua», recuerda. «Las olas te mecen antes de dormir y te despiertan por la mañana».
“Básicamente crecimos a base de mariscos”, recuerda. “Comíamos otras cosas, pero los mariscos nos encantaban. Mi madre era una gran cocinera. Miré y vi todo lo que hacía y aprendí mucho de ella”.
Así que no es de extrañar que muchos años después, Lovely dirija un pequeño restaurante conocido por sus sabrosos platos típicos de las Bahamas que componen el cuerpo y están al alcance de cualquier bolsillo: mariscos, platos de pollo y hamburguesas, siempre servidos con un toque personal innovador.
Con el acertado nombre de Lovely’s Delight, el restaurante de Lovely también se convirtió en un centro comunitario fundamental en los meses posteriores al huracán Dorian, que azotó su isla natal de Ábaco el año pasado, en el que muchos isleños perdieron literalmente todo: casas y pertenencias. Muchos de ellos perdieron también a sus seres queridos.
Fue una época de miedo, dice Lovely, que fue evacuada de Ábaco junto con su marido justo un día antes de la tormenta , debido al estado de salud de él. «Tuve que abandonar la isla, dejar a mis hijos y mis nietos y a mi bisnieto», cuenta. «Fue aterrador porque durante unos días no tuvimos noticias de ellos».
«Recién una semana después del huracán, nos enteramos de que habíamos perdido la casa y todo lo que había en ella, vehículos y todo».
Lovely casi pierde a su marido, que tuvo un derrame cerebral la víspera de la tormenta. Y estuvo a punto de perder el restaurante, un local muy querido que también era conocido porque desde allí Lovely cumplía desde hacía tiempo su compromiso de distribuir comidas a los niños necesitados. «Tuvimos muchos daños en el restaurante», recuerda.
“Muchas casas quedaron destruidas, y la gente vivía en carpas, por lo tanto, no podía cocinar en esas condiciones”. Lovely Reckley, propietaria y chef de Lovely’s Delights, isla de Ábaco (Bahamas)
Finalmente Lovely y su marido lograron salir adelante. El restaurante se convirtió en su nuevo hogar después de una renovación hecha posible gracias a la Cruz Roja Americana, y el CORE añadió un nuevo espacio vital a la pequeña estructura. Y como Lovely’s Delight fue uno de los primeros negocios en reabrir sus puertas, ofreció un espacio a la población para que se reuniera después del desastre, permitiéndole aliviar sus preocupaciones y el hambre.
“Pudimos levantarnos, empezar de nuevo y ayudar a las personas que estaban en la isla, ofreciéndoles un plato de comida. Muchas casas quedaron destruidas, y la gente vivía en carpas, por lo tanto, no podía cocinar en esas condiciones”.
Lovely’s Delights se convirtió así nuevamente en una base para hacer comidas para las personas que necesitaban algo que las reconfortara en tiempos difíciles. “Gracias a la ayuda que recibimos de CORE y de la Cruz Roja conseguimos que nuestro local volviera a estar en condiciones de echar una mano a nuestra comunidad”, explica Lovely. “Pude cocinar, hacer pan… Fue una gran ayuda”.
Lovely’s Delight es un verdadero negocio familiar en el que niños y nietos preparan y sirven platos como «La hamburguesa del huracán» (en honor a las muchas tormentas que la gente de aquí ha capeado), alitas de pollo picantes con nombres como «Da Burner» y burritos rellenos con langosta, pescado, pollo y camarones.
Ahora son los nietos los que están aprendiendo los trucos culinarios de su propia abuela, la famosa chef local. «Cuando comencé con el restaurante, todos los niños participaban», relata. «Ahora somos mis dos nietas y yo, y otras personas que también nos vienen a ayudar. Siempre están ahí para dar una mano».
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