Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
Agosto 2020
Reportaje:
Nick Jones
Reiko Yamada tenía por entonces 11 años y era alumna de sexto grado. Estaba en el recreo con sus compañeros de escuela después de un curso de educación vial cuando un avión de guerra estadounidense, llamado Enola Gay, soltó la primera arma nuclear sobre su ciudad natal, el puerto de Hiroshima en el oeste de Japón.
La escuela primaria de Koi se hallaba a menos de 3 kilómetros del epicentro, donde 64 kilos de uranio-235 detonaron a unos 580 metros del suelo. Reiko recuerda el intenso destello blanco al que siguió la explosión de calor a su espalda mientras se dirigía a tropezones hasta un refugio cercano.
A diferencia de las 70.000 personas que, según estimaciones, murieron instantáneamente esa mañana y de las otras 70.000 que sucumbieron a sus horrendas heridas en los días y años siguientes, Reiko Yamada sobrevivió. Ella es una hibakusha, término empleado en Japón para designar a los sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, y de Nagasaki, tres días después.
Reiko Yamada, como muchos sobrevivientes, ha viajado por todo Japón y el extranjero para contar en grupos y escuelas esa experiencia y hablar de su esperanza de un mundo libre de armas nucleares.
«Ya que viví ese acontecimiento tan atroz a los 11 años, quiero compartirlo con el mayor número de personas posible», afirma. «Al mismo tiempo, quiero que la gente entienda la situación de los sobrevivientes, cuyos cuerpos, vidas diarias y mentes quedaron totalmente destrozados».
«Quiero que la gente en todo el mundo comparta nuestra esperanza de lograr la eliminación de las armas nucleares. Así veo mi papel como hibakusha».
Los dos ataques nucleares contra Japón en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial pusieron en marcha una carrera de armas nucleares entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Las dos superpotencias construyeron arsenales enormes de armas, miles de veces más destructivas que las utilizadas en Japón.
Según grupos científicos que estudian los efectos de las armas nucleares, la bomba más grande del arsenal nuclear de Estados Unidos hoy en día es la B83, cuya carga explosiva es unas 80 veces superior a la de las bombas atómicas de la era de Hiroshima.
«Durante los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, muchas personas murieron indiscriminadamente y ciudades enteras fueron completamente destruidas», señala Yamada. «Pero las armas nucleares mucho más poderosas que existen hoy tienen la capacidad de acabar con cualquier tipo de futuro para la vida humana y el planeta».
Si bien el número de armas atómicas en el mundo ha disminuido desde su máximo nivel de casi 70.000 a mediados de los años 80 a alrededor de 13.400 en la actualidad (que poseen colectivamente nueve Estados), una detonación accidental sigue siendo un peligro muy real, como señaló Peter Maurer, presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), a principios de este año.
Asimismo, el presidente del CICR dijo que se han abandonado los tratados para reducir los arsenales nucleares y el riesgo de proliferación, se están produciendo nuevos tipos de armas nucleares y se plantean amenazas graves.
La detonación de una sola de las armas nucleares actuales tendría como resultado no solo la muerte y la destrucción en gran escala, sino que también provocaría una catástrofe sumamente compleja y peligrosa que ningún grupo de gobiernos, organizaciones humanitarias o sistemas médicos de emergencia podría manejar.
Por consiguiente, la única respuesta humanitaria viable es asegurar que estas armas nunca puedan utilizarse. La preocupación por las consecuencias humanitarias en gran escala que podría generar cualquier uso de las armas nucleares hoy en día ha llevado a los grupos de hibakusha, al Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y a organizaciones como la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN) a hacer campaña por la prohibición de todas esas armas.
«Los grupos de hibakusha se crearon con la misión de erradicar completamente el mal de las armas nucleares del planeta», explica Yamada.
Por estas razones, todas estas organizaciones trabajan con mucho empeño para que más países apoyen el Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares, que fue adoptado el 17 de julio de 2017 por 122 de los Estados miembros de las Naciones Unidas. «Estamos haciendo arduos esfuerzos para reunir más signatarios del tratado –los hibakusha se lo pedimos encarecidamente¬ y hoy 40 países lo han ratificado», señala.
Fiji y Botswana son los dos países que han ratificado más recientemente el tratado, que requiere las ratificaciones de otros 10 Estados para entrar en vigor y ser vinculante en virtud del derecho internacional.
Yamada dice que no sabe si estará con vida cuando el tratado entre en vigor, pero eso no le impedirá seguir compartiendo sus vivencias de aquel día de verano de hace 75 años.
«En el cenotafio de Hiroshima, el mensaje inscrito reza así: ‘Deja que todas las almas aquí descansen en paz, pues no repetiremos esta maldad’. Espero, y rezo por ello, para que pronto llegue el día en que no haya más armas nucleares y reine la paz, así las almas de las víctimas que murieron en agonía y que no entendieron por qué fueron asesinadas puedan por fin descansar en paz».
Tras la pandemia de covid-19, Rupali tuvo que buscar otras fuentes de ingresos para mantener a su familia y, gracias a una pequeña ayuda en efectivo, logró crear un floreciente negocio familiar.