Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
En los dispensarios y hospitales de Zimbabwe, las madres que acaban de dar a luz y las futuras mamás cultivan huertos sostenibles para proporcionar comidas básicas y nutritivas a pesar de las dificultades que plantea el clima.
Inclinada sobre su tradicional horno de barro, Lucky Mazangesure, de 38 años, revuelve los ingredientes que hierven en una pequeña cacerola: plátanos verdes fritos en un guiso de tomates y cebollas.
A medida que el fuego crepita, el aroma del humo de leña se mezcla con el del guiso, delicioso. «Créeme», dice, «después de probar este plato de plátanos no podrás parar».
No puede resistirse a probarlo rápidamente, solo para asegurarse de que no le falta nada. “Me encanta cocinar”, dice. “Me gusta probar la comida mientras cocino. Me hace feliz y mantiene mi estómago lleno”.
Luego revisa unos frijoles que se cocinan a fuego lento y comienza a preparar otro manjar local: gachas de calabaza con maní tostado, que irán acompañadas de espinaca y brócoli cocidos.
Esta comida diversa hace mucho más que mantenerla llena, agrega. Le da a su cuerpo las vitaminas, minerales, proteínas y carbohidratos que necesita para mantenerse sanos ella y su bebé lactante.
Al igual que muchas madres que acaban de dar a luz aquí en Chibuwe (sureste de Zimbabwe), Lucky puede preparar estos platos bien equilibrados gracias al huerto del dispensario de Chibuwe, que es atendido principalmente por mujeres embarazadas y madres recién paridas que visitan el dispensario para recibir atención prenatal y postparto.
El huerto comenzó hace varios años en el marco de una iniciativa más amplia de la Cruz Roja Británica y la Cruz Roja de Zimbabwe con el fin de crear huertos para mujeres embarazadas y recién paridas en hospitales y dispensarios locales, donde los trabajadores de la salud notaron que los niveles de alimentación de las mujeres y los niños pequeños habían empeorado.
En una región muy afectada por sequías, tormentas de viento, ciclones e inundaciones repentinas, es difícil conseguir muchas legumbres, frutas y tubérculos ricos en vitaminas, proteínas y minerales. La malnutrición infantil aquí ha ido en aumento en los últimos años, y se calcula que aproximadamente un tercio de los niños menores de 5 años sufren de malnutrición. El covid-19 no ha hecho más que agravar la situación al interrumpir los sistemas de distribución regional y local de alimentos.
«Las madres embarazadas no suelen tener una comida decente en esta comunidad», dice Robert Magweva, un enfermero del dispensario de Chibuwe, y agrega que muy a menudo las personas se alimentan solo de sadza [sorgo], un carbohidrato, y unas pocas verduras de hoja. “Es sumamente difícil tener una dieta bien equilibrada aquí. Por eso, las verduras que se cultivan en el huerto del dispensario les ayudan a tener una comida bien equilibrada».
Como prueba del éxito del programa, la mayoría de estos huertos se sostienen totalmente gracias a los dispensarios, los hospitales y las comunidades circundantes, con el apoyo de expertos agrícolas locales y voluntarios de la Cruz Roja de Zimbabwe.
“Las mujeres embarazadas no suelen tener una comida decente en esta comunidad… Por eso, las verduras que se cultivan en el huerto del dispensario les ayudan a tener una comida bien equilibrada”.
Robert Magweva, Enfermero, dispensario de Chibuwe
Sin embargo, cultivar sus propios alimentos en este entorno no es fácil. El clima en general se ha vuelto más cálido y seco, con períodos secos marcados por tormentas y vientos muy fuertes, y lluvias impredecibles. El calor abrasador provoca la evaporación rápida del agua y puede dañar fácilmente las plántulas.
“En el huerto del dispensario, nos enseñaron técnicas agrícolas inteligentes para combatir los efectos que el cambio climático estaba teniendo en las cosechas”, dice Beauty Manyazda, otra madre que acaba de dar a luz y que suele trabajar en el huerto del dispensario de Chibuwe. “Aprendimos técnicas como la agricultura de conservación y el acolchado”.
La agricultura de conservación es una forma de mejorar la humedad y la salud del suelo reduciendo al mínimo los métodos intensivos de labranza asociados a la producción de cultivos a gran escala. El acolchado es una técnica de conservación muy común según la cual se colocan paja, hojas u otra materia orgánica en el suelo entre los cultivos. Esto evita que la humedad se evapore y al mismo tiempo impide que las malas hierbas se propaguen y aporta nutrientes al suelo cuando el mantillo se descompone.
Las técnicas de este tipo son cada vez más importantes, ya que el cambio climático pone en jaque a la agricultura. «Nuestro régimen de lluvias ha cambiado a lo largo de los años», explica Lucky. «Antes llovía en octubre cuando sembrábamos. Ahora, las lluvias llegan en enero. Así que las semillas que ponemos en la tierra se dañan esperando las lluvias».
Además, las tormentas, las sequías y las olas de calor son cada vez más intensas, afirma Lucky. «Las temperaturas han seguido subiendo y esto ha provocado vientos frecuentes y violentos», explica. «Estos vientos han destruido nuestras casas y para colmo, tenemos inundaciones que contribuyen también a la destrucción».
En medio de estas dificultades, el huerto proporciona también otros beneficios para el cuerpo y el alma: la alegría y la satisfacción de poder trabajar y obtener sustento estando al mismo tiempo entre las plantas, cerca de la tierra y compartiendo con otras mujeres.
«Me encanta la horticultura», comenta Lucky, con su bebé atado a la espalda durmiendo profundamente, mientras recoge un puñado de acelgas. «El verdor del huerto me alegra el corazón. Con el huerto, sé que mi familia siempre tendrá una comida nutritiva con ingredientes cultivados por nosotras».
Una voluntaria de la Media Luna Roja de Kirguistán va de puerta en puerta en bicicleta para ayudar a los pacientes de tuberculosis a recuperarse y detener una enfermedad mortal.