Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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En 2018, Hassan al Kontar permaneció durante siete meses varado en un aeropuerto mientras se examinaba su solicitud de asilo. Hoy, vuelve a ser noticia, pero, esta vez, por su forma de retribuir al país que lo acogió.
Se trata de una de esas historias que parecen inverosímiles, incluso para los protagonistas. “Si alguien me lo contara, no lo creería… pero me sucedió a mí”, afirma Hassan al Kontar, un refugiado sirio de treinta y ocho años que reside actualmente en Columbia Británica (Canadá).
Durante varios meses de 2018, Al Kontar figuró en las noticias como “el hombre del aeropuerto”, al quedar varado en el aeropuerto de Kuala Lumpur durante siete meses.
Su historia comenzó en 2011, cuando estalló el conflicto en Siria mientras él vivía en los Emiratos Árabes Unidos. Sin ánimo de regresar a su país (donde, además de enfrentar una guerra civil, probablemente sería reclutado en el ejército), permaneció en los Emiratos Árabes Unidos hasta que su visa expiró. Tras ser deportado, solicitó asilo en numerosos países, entre otros, Canadá.
Mientras tanto, esperó en el aeropuerto … durante meses.
Dormía sobre las sillas del aeropuerto y en un rincón bajo una escalera mecánica. Se hizo amigo del personal de limpieza, que le traía alimentos y café (pues las cafeterías estaban en otra zona del aeropuerto a la que no tenía acceso).
Los días se hacían eternos, entre el aburrimiento constante y los incesantes anuncios de embarques. No pudo asistir a acontecimientos familiares importantes, como la boda de su hermano, que siguió vía Skype.
La desesperación y la frustración lo llevaron a recurrir a los medios sociales, convirtiéndose en poco tiempo en un fenómeno mediático y de internet. Los noticieros lo citaban como la versión real del personaje de Tom Hanks en la película “La terminal”.
“Las pequeñas rutinas cotidianas (como tomar una ducha, lavar la ropa o conseguir medicamentos) de repente se vuelven inviables”, explica Hassan.
“Recuerdo el día 122. De repente, tuve una sensación extraña que no lograba distinguir, hasta darme cuenta de que alguien había abierto una puerta que daba al exterior. Por primera vez en 120 días olía aire fresco”.
Finalmente, en noviembre de 2018, un grupo privado de ciudadanos canadienses logró patrocinar la solicitud de residencia de Hassan y pudo abordar un avión que lo llevaría a Columbia Británica. Canadá fue el primer país del mundo en establecer un programa de patrocinio privado que permite a cinco de sus ciudadanos o residentes permanentes patrocinar colectivamente a un refugiado. “Son personas comunes y corrientes que participan directamente en iniciativas que salvan vidas”, afirma Hassan. “Si eso no es heroico…”.
La experiencia de Hassan en el aeropuerto es apenas un ejemplo del limbo jurídico en el que suelen caer los refugiados, varados en las fronteras sin poder avanzar ni retroceder, con la esperanza de que se acepte alguna de las tantas solicitudes de asilo que presentan.
La historia de Hassan es un ejemplo de lo que puede suceder cuando se concede a los refugiados la oportunidad de reconstruir sus vidas y prestar servicios a sus nuevas comunidades. En el caso de Hassan, parte de esa retribución consiste en vestir el característico chaleco rojo que identifica a los voluntarios y miembros del personal de la Cruz Roja Canadiense.
Inspirado por la labor que desempeña el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja en Siria y en numerosas zonas de conflicto y de emergencia en el mundo, Hassan decidió ponerse al servicio de los demás cuando la pandemia de COVID-19 recrudeció en su país adoptivo.
“Colaborar con la Cruz Roja es un sueño hecho realidad”, señala. Es mi forma de retribuir en algo a la comunidad que me acogió y me dio una oportunidad. Es mi manera de demostrar al pueblo canadiense que no se equivocó al hacerlo”.
“Es mi forma de retribuir en algo a la comunidad que me acogió y me dio una oportunidad. Es mi manera de demostrar al pueblo canadiense que no se equivocó al hacerlo”. Hassan Al Kontar, Refugiado sirio y voluntario de la Cruz Roja Canadiense
Sin embargo, la vida no siempre es sencilla para un refugiado cuya familia permanece al otro lado del mundo. “Mi destino, como el de otros refugiados, es vivir entre dos mundos”, sostiene Hassan.
Los pequeños detalles, el aroma del café o la lluvia fresca sobre el asfalto caliente, evocan los recuerdos de su hogar y la pequeña granja familiar en Siria. “Le tengo miedo al olvido”, confiesa Hassan, mientras prepara un café al estilo sirio en su apartamento de Vancouver. “No he visto a mi madre ni a mis hermanos en doce años. No quiero perder los lazos que nos unen”.
Hassan se mantiene en contacto con su familia mediante llamadas periódicas. “En las videoconferencias, se me desgarra el corazón al ver a mi madre envejecer y no poder estar junto a ella. Mi sobrino tiene ahora once años y no lo he visto desde que tenía tres meses. Y no conozco en persona a mi sobrina”.
Hassan se dedica ahora a ayudar a su familia y a otros refugiados a encontrar una sensación de seguridad similar. Colabora con un grupo que ayuda en el patrocinio de otros refugiados y prosigue su actividad en los medios sociales para fomentar la concienciación sobre la difícil situación de los refugiados. Incluso escribió un libro llamado The Man @ The Airport (en inglés).
“Deseo que el mundo occidental comprenda mejor [a los refugiados sirios]”, sostiene. “Quisiera disminuir la brecha entre nuestras dos culturas. ¿Qué significa ser sirio? ¿Vivir en la impotencia? ¿No tener voz?”, se pregunta.
Hassan no pierde la esperanza. Afirma que, de manera irónica, las restricciones impuestas a raíz de la pandemia de COVID-19 han ayudado a que muchas personas comprendan mejor la difícil situación de los refugiados. “Durante la pandemia, con todas las fronteras cerradas, las personas entendieron un poco mejor la situación que viven constantemente los refugiados: cuando todos los aeropuertos son zonas prohibidas y de nada sirve ningún pasaporte – sea cual sea su color. Estas son las circunstancias que viven aún la mayor parte de los refugiados en el mundo”.
Otro día más haciendo lo imposible en el hospital Republicano de Saada