Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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Mientras el covid-19 va ganando terreno nuevamente en muchas ciudades europeas, jóvenes voluntarios salen a la calle para tratar de frenar la propagación de la pandemia difundiendo un mensaje de salud en los lugares donde los jóvenes suelen pasar su tiempo.
Son las 19.30 en la Plaça Reial de Barcelona, y grupos de adolescentes y jóvenes beben cerveza y escuchan música salsa en vivo. La música electrifica el atardecer.
Los peligros del covid-19 también están al acecho. Los casos de coronavirus en el país aumentaron durante los meses de verano, pero aunque muchos en la multitud usan mascarilla, lo que es obligatorio por ley, tal vez una docena de personas o más no la llevan.
Para Fiamma Sass, de 27 años, y Lisbeth Encarnación, de 18, es un espacio perfecto para advertir a los incrédulos sobre los peligros de la enfermedad potencialmente mortal. Las dos trabajadoras de la información forman parte de un proyecto creado por la Cruz Roja Española para educar a los jóvenes de 16 a 23 años sobre los peligros del virus y las medidas que deben tomar para mantenerse a salvo.
Una segunda ola de coronavirus, impulsada principalmente por las infecciones entre la gente joven, ha afectado a España. Según el Ministerio de Sanidad español, el número total de casos de covid-19 se elevó a más de un millón doscientos mil a principios de noviembre, cuando las autoridades también impusieron, entre otras medidas, un toque de queda nocturno con miras a reducir las reuniones durante la noche.
“Muchos jóvenes creen que el coronavirus ni siquiera existe”, señala Fiama. “Dicen ‘no nos pasará nada. Somos inmunes’”.
En Barcelona y sus alrededores, el campo de batalla contra la futura infección ha sido en los lugares frecuentados por los jóvenes: las extensas playas de la ciudad, sus bares y plazas públicas. También las pequeñas ciudades donde la juventud tiene poco que hacer fuera de pasar el rato en zonas públicas. Pero es importante igualmente señalar que el campo de batalla está en la mente de los propios jóvenes, que a menudo viven en un estado de rebelión contra el coronavirus.
Las dos trabajadoras de la Cruz Roja se acercan a un grupo de jóvenes en la plaza, entre ellos dos muchachos italianos y una joven de Andorra, de los cuales ninguno usa mascarilla. Las voluntarias piden al grupo que adivine cuando estén
a dos metros de distancia, pero se sorprenden al constatar que su idea de dos metros es mucho más corta que en la realidad. Luego, las dos trabajadoras les muestran la eficacia de llevar mascarilla para prevenir la propagación de gotitas infectadas por el virus.
“Muchos jóvenes creen que el coronavirus ni siquiera existe. Dicen ‘no nos pasará nada. Somos inmunes’”. Fiamma Sass, voluntaria de la Cruz Roja Española
El grupo es receptivo, pero aún así encuentra la forma de expresar algún tipo de teoría de la conspiración. «¿Quieres saber la verdad?» dice un joven de unos 30 años. «Creo que el virus es real, pero hay alguien detrás de todo esto».
Lisbeth y Fiama dicen que esas impresiones son bastante comunes. Desde principios de agosto hasta fines de septiembre, la sección catalana de la Cruz Roja Española ha observado el comportamiento de casi 115.000 jóvenes. De ellos, aproximadamente la mitad llevaba la mascarilla correctamente. Los equipos de Barcelona y de toda Cataluña han distribuido unas 70.000 mascarillas.
Poco a poco el equipo empieza a observar algunos cambios. El trabajador de información Najim Rahouti Allouh, de 22 años, recuerda haber hablado con un muchacho de unos 18 años en el barrio de Gracia de la ciudad. “Actuaban como si todo fuera una broma”, dijo.
Dos semanas más tarde, Najim se encontró con el mismo grupo en una de las playas de Barcelona. «Vi que llevaban sus mascarillas», recuerda. Uno de los chicos explicó. «Hablé con mi madre. Me di cuenta de que era muy importante poder proteger a mi abuela. Puedo contagiarme y transmitírselo a ella”.
Los cursos de costura de la Media Luna Roja de Kirguistán proporcionan a mujeres como Bazargul una base de ingresos en tiempos difíciles, agravados por el impacto socioeconómico que ha producido la pandemia de covid-19.