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“Es real y mata”

Un joven sobreviviente del ébola que no creía en la enfermedad supera el miedo y la desconfianza y se convierte en mensajero de la esperanza.

Por:
Malcolm Lucard
Editor de RCRC
magazine

Fotos:
CICR

En Butembo, una ciudad del nordeste de la República Democrática del Congo, un grupo de unos 30 dirigentes juveniles escucha a Machozi, un carpintero de 25 años con una historia increíble que contar y un mensaje importante que difundir a su comunidad.

“Vengo a decirles que esta enfermedad es real y mata», asegura Machozi, que unos meses antes había contraído esta enfermedad letal a la que sobrevivió.

Confrontados ya con las consecuencias de muchos años de conflicto armado, los habitantes de Butembo se encuentran hoy ante un nuevo enemigo: un brote epidémico por el virus del ébola que se ha cobrado más de 460 vidas desde que comenzó en agosto de 2018.

Entre algunos habitantes de Butembo existe una gran desconfianza hacia los que trabajan en la lucha contra la enfermedad. Muchas personas, especialmente los jóvenes, piensan que el ébola es un invento.

Junto con otros voluntarios de la Cruz Roja, Machozi lleva a los jóvenes ahí reunidos un mensaje de esperanza: se puede evitar la enfermedad si entienden que es real y toman medidas para prevenir su propagación. «Si ustedes no creen, vamos a morir todos», les asegura.

Machozi no está solo en este esfuerzo. Diariamente los voluntarios de la Cruz Roja de la República Democrática del Congo recorren las colinas circundantes y conversan con los vecinos a fin de evitar en la mayor medida posible que la gente se resista a poner en práctica las medidas básicas de prevención.

Van de puerta en puerta y organizan reuniones con líderes juveniles y figuras religiosas. Enseñan a lavarse las manos o muestran todo el proceso para efectuar un entierro seguro y digno con la esperanza de que, si es necesario, las comunidades permitan que los equipos de entierro realicen su trabajo, difícil y, sin embargo, fundamental.

Lo que hace más convincente el mensaje de Machozi es que él también fue un escéptico hasta que vivió el ébola en carne propia. «No tengo palabras para describir lo que viví», cuenta Machozi. «Fui uno de los que no confiaba y que creía que esta enfermedad no existía».

25-year-old Machozi is back to work as a carpenter after surviving Ebola virus disease. Now he helps spread the word that Ebola is real and can be prevented and cured. | Photo: Paulin Bashengezi/ICRC

Fui uno de los que no confiaba y que creía que esta enfermedad no existía

En realidad, no hay palabras para contar lo que soportó. Contrajo el virus a principios de septiembre, en un pequeño centro de salud de su barrio, mientras cuidaba a un amigo con paludismo.

«Una enfermera me pidió ayuda para trasladar en motocicleta a una mujer muy enferma a un centro más apropiado», recuerda.

En aquel entonces, había muy poca información sobre el ébola en la ciudad, así que ni Machozi ni la enfermera evaluaron las consecuencias del pedido. «No sabíamos nada sobre el virus porque no había casos confirmados en Butembo. Todo lo que se sabía era sobre algunas muertes en Beni y Mangina, a 50 km de aquí».

Una vez en el hospital, se confirmó que la persona tenía ébola. Después de ser llevada a un centro transitorio de tratamiento del ébola, la persona murió en pocas horas. Poco después, los equipos se movilizaron para encontrar a todas las personas que habían estado en contacto con ella. Dieron con la enfermera que se había ocupado de ella al principio y con el joven carpintero que la había ayudado a trasladarla.

“Estaba en casa cuando el equipo de intervención me vino a buscar», recuerda Machozi. «Fue entonces cuando me enteré de la existencia de la enfermedad. Me dijeron que la persona a la que ayudé a trasladar había muerto de ébola».

Machozi tells people gathered that there is hope of avoiding the disease if they understand it’s real and they take steps to prevent its spread.

“Nadie podía tocarme”

El equipo de salud le advirtió que debía ser examinado y sometido a vigilancia en el centro de tratamiento del ébola más cercano. Mientras se sometía a control en el centro transitorio, Machozi se dio cuenta de la gravedad de la situación.

“Las enfermeras me hicieron un análisis de sangre y luego me trasladaron a una tienda de vigilancia en espera de los resultados. Mientras esperaba los resultados, nadie podía tocarme. Entraron en la tienda pero me hablaron a varios metros de distancia».

El temor de Machozi se convirtió en pánico. «Pensé en los rumores que había escuchado en la ciudad sobre la forma en que habían muerto los que llegaron al centro transitorio de tratamiento del ébola. Así que huí del centro”.

Se escondió en un pequeño estudio cerca de la casa de su familia. Varios días después, comenzó a sentir los primeros síntomas. Estaba cada vez más débil, con dolores de cabeza intensos y vómitos continuos. Finalmente, un miembro de un equipo de salud local descubrió dónde estaba y alertó al equipo de intervención para casos de ébola. «Llegaron con una ambulancia y me pidieron que me subiera», recordó. «Pero me negué. Quería pasar mis últimos días en mi propia casa».

Finalmente, su madre lo convenció para que fuera al centro de tratamiento, donde comenzó a contar los días que le quedaban de vida. Todos los días entraban en la tienda más hombres y mujeres enfermos. La mayoría de ellos murieron. A medida que aumentaba la afluencia de enfermos los sanitarios ampliaban el dispensario.

Tres días después, el equipo médico logró estabilizar a Machozi y dos enfermeras que también se habían contagiado se fueron mejorando. Dejó el centro a principios de octubre, y desde entonces fue poco a poco recuperando fuerzas.

Hoy utiliza todas sus energías para tratar de salvar a otros. «Tenemos que unirnos y trabajar juntos para combatir el ébola», asegura en la reunión de jóvenes. «Ayuden a la Cruz Roja y a todos los equipos que participan en la tarea de poner fin a esta epidemia. Créanme, soy un testigo directo. Es posible salvar a la comunidad y sobrevivir al ébola si todos, sobre todo nuestros jóvenes, contribuimos a sensibilizar a nuestras comunidades sobre la idea de que el ébola no es un castigo o una enfermedad inventada. Podemos acabar con esta enfermedad si todos participamos en esta empresa».

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