Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
En todos sus viajes a lo largo de los años, el presidente de la Federación Internacional Tadateru Konoé siempre ha priorizado el encuentro con los voluntarios. Aquí, hablando con una joven voluntaria de la Media Luna Roja de Uzbekistán durante una visita que hizo al país en junio de 2017. Fotografía: Nick Jones/Federación Internacional
AL SALIR DEL COCHE al calor intenso de una mañana de verano uzbeca Tadateru Konoé inclina la cabeza y lleva su mano derecha al corazón en señal de saludo tradicional a un grupo de voluntarios y empleados de la Media Luna Roja de Uzbekistán que le sonríen.
Dos mujeres con gorros bordados (tyubeteykas) sirven bandejas de pan típico y frutos secos, ofrendas tradicionales de bienvenida en Asia Central.
En su calidad de presidente de la Federación Internacional, Konoé se encuentra en la histórica ciudad de Samarcanda, al suroeste de Tashkent, la capital de Uzbekistán, para reunirse con los miembros de la sección local, que minutos más tarde tienen la oportunidad de hacerle una serie de preguntas, desde el futuro del servicio voluntario a la formación en primeros auxilios y la preparación para desastres. Un joven voluntario le pregunta sobre el futuro papel de los jóvenes en el Movimiento.
Konoé responde sin rodeos. Tras criticar el enfoque “pasado de moda” de algunas Sociedades Nacionales en sus relaciones con los jóvenes, dice que todos los miembros de la Federación Internacional tienen que hacer más para empoderar a los jóvenes y permitirles que asuman funciones en el proceso de toma de decisiones.
Reconociendo los siglos de historia que tiene la ciudad como centro comercial y crisol cultural a lo largo de la famosa ruta de la seda, Konoé alentó a los voluntarios de Samarcanda a seguir dando el ejemplo.
“A pesar de que el mundo está tan dividido, nuestras 190 Sociedades Nacionales comparten los mismos siete principios básicos”, asegura. “Espero que ustedes puedan seguir fortaleciendo la comprensión de estos principios y promoviendo con el ejemplo una cultura de tolerancia y no violencia al mismo tiempo que van forjando la resiliencia”.
Parte de algo más grande
Antes de tomar el tren de alta velocidad de regreso a Tashkent, el presidente de la Federación Internacional se dirigió a un grupo de jóvenes y quedó encantado con su franqueza. “Me gusta mucho conocer a los voluntarios y trabajar con ellos. Realmente me siento parte de este Movimiento en momentos como estos”, dice. “Por lo tanto, si mis visitas pueden servir de estímulo y reconocimiento de los servicios que ellos prestan, creo que vale la pena hacerlas”.
Como jefe de una asamblea de 190 Sociedades Nacionales, entre ellas la suya, la Cruz Roja Japonesa, Tadateru Konoé es en gran medida el rostro público de la Federación Internacional y su principal diplomático humanitario. El viaje a Uzbekistán es de gran trascendencia porque es la primera visita que hace a este país un presidente de la Federación Internacional. Desde que fue elegido presidente en 2009 en la Asamblea General, que se celebra cada dos años, ha hecho 73 giras a unos 100 países, sumando así casi 600 días de viaje.
Durante las visitas, Konoé suele reunirse con los líderes y altos cargos de la nación de que se trata. “Algunas Sociedades Nacionales no son de hacerse notar y a veces tienen pocas oportunidades de conocer a los dirigentes de su país”, dice Konoé, un día después de conversar con miembros del gobierno uzbeko. “Mi presencia puede brindarles la oportunidad de expresarse”.
Desgraciadamente, asegura Konoé, las conversaciones de alto nivel a veces no bastan. “A menudo se necesita un desastre para que el gobierno preste atención. Un desastre de gran magnitud ofrece a la Sociedad Nacional la oportunidad de mostrar al gobierno lo que hace y la pertinencia de su labor. No es lo ideal, pero es la realidad”, observa.
Gracias a los viajes que realiza, el presidente de la organización tiene la oportunidad de honrar la acción de tantos voluntarios y empleados desconocidos y reforzar su mensaje de solidaridad. La fuerza principal de la Federación Internacional, afirma, es la gente común que trabaja para ella.
“Si podemos unirnos más por la causa común, tal vez podamos presentar una organización más fuerte al mundo exterior”, sostiene Konoé, sentado a bordo del tren con destino a Tashkent. “Uniendo nuestra capacidad de realizar acciones humanitarias, podemos hacer mucho más. Por lo tanto, tenemos que mejorar la capacidad de cada Sociedad Nacional, si no, como Movimiento, no tenemos ninguna influencia ni podemos vencer las dificultades”.
Estos viajes son también una ocasión para mantener el vínculo con las bases de la organización, acota Konoé. “Es imprescindible ver con los propios ojos y escuchar con los propios oídos para evaluar la realidad en el terreno. La empatía es también un elemento importante. Como política básica, cada vez que ocurre un desastre de gran escala, trato de hacer una visita”.
Como máximo diplomático humanitario para la Federación Internacional, Konoé ha sido un acérrimo defensor de las causas humanitarias. Aquí, junto al presidente del CICR Peter Maurer durante una visita a Hiroshima (Japón), durante la cual ambos líderes reiteraron su llamamiento para que los Estados negocien un acuerdo internacional para prohibir el uso y la eliminación total de las armas nucleares. Fotografía: Federación Internacional
Poco después de asumir el cargo, Konoé hizo la primera visita a una zona de desastre como presidente de la Federación Internacional, tras el terremoto de magnitud 7 que sacudió la isla caribeña de Haití en enero de 2010. Algunos meses más tarde, Pakistán sufrió las peores inundaciones de la historia, que afectaron hasta 20 millones de personas. Siguieron otras catástrofes, como los devastadores terremoto y tsunami que golpearon el país natal de Konoé en 2011, así como numerosos conflictos y crisis de refugiados.
Konoé, de 78 años, no es ajeno a esas escenas de calamidades y sufrimiento. Ha pasado más de cinco décadas en el Movimiento, durante las cuales ha participado en unas 30 misiones de socorro en todo el mundo. La primera fue en 1970 acompañando a un equipo médico de la Cruz Roja Japonesa durante tres meses en el este de Pakistán (hoy Bangladesh), tras el ciclón tropical más mortal jamás registrado.
“Esa fue una emergencia compleja típica, y en muchas partes del mundo existen situaciones similares hoy en día”, dice el alto y delgado Konoé, una mañana entre semana sentado en su oficina en Tokio. “Por lo tanto, las lecciones que aprendimos en esa época nos sirven también hoy. Hoy afrontamos los mismos problemas, pero la comunidad internacional está mejor equipada y organizada, aunque la inversión en preparación aún no es suficiente”.
El alma de la red humanitaria
Visitar a los voluntarios, que para Konoé son “el alma” de la red humanitaria, es siempre un punto culminante de sus misiones. Fomentar el voluntariado ha sido una prioridad a lo largo de todo su mandato. En la próxima Asamblea General se prevé que se adopte un estatuto del voluntariado, cuyo objetivo es reconocer, proteger y alentar a los voluntarios a la vez que se esclarecen sus derechos y responsabilidades.
Las redes fuertes de voluntarios también exigen Sociedades Nacionales fuertes. Pero la Federación Internacional debe reconocer las debilidades dentro de su red y encontrar soluciones. Uno de esos puntos débiles es que muchas Sociedades Nacionales siguen dependiendo demasiado de una reducida fuente de ingresos, a menudo aportados por un número limitado de Sociedades Nacionales hermanas.
Y aunque un desastre de gran envergadura puede atraer la atención de los medios y la afluencia de donativos a una Sociedad Nacional, Konoé opina que una vez que decae el interés en el asunto, las Sociedades Nacionales deben encontrar formas innovadoras de recaudar fondos para financiar los esfuerzos de recuperación a largo plazo y los programas de asistencia médica y social menos visibles pero cruciales.
Recordando la operación de socorro masiva desplegada en Etiopía durante la hambruna de los años ochenta, Konoé explica que la Federación Internacional y las Sociedades Nacionales colaboraron estrechamente para abordar algunas de las causas fundamentales de esa catástrofe de gran envergadura.
“Me gusta ese tipo de enfoque multifacético que involucra a muchos actores”, afirma. “Algunos aducen que esa labor es demasiado ambiciosa y no corresponde a la Cruz Roja y la Media Luna Roja. Puede que sea cierto, pero sin enfoques multidisciplinarios para resolver este tipo de problema, nada mejorará”.
La Coalición de mil millones para la resiliencia, que reúne a personas, empresas, comunidades, organizaciones y gobiernos a fin de reducir los riesgos y mejorar la salud y la seguridad, ilustra este tipo de colaboración multisectorial que Konoé ha apoyado con entusiasmo.
Como presidente de la Federación Internacional y de la Cruz Roja Japonesa, Konoé siempre ha estado cerca de las personas afectadas por un desastre o un conflicto. Aquí, visitando a los damnificados tras el terremoto y el tsunami que golpearon el noreste de Japón en 2011. Fotografía: Cruz Roja Japonesa
Un problema que le preocupa mucho
Nacido en una de las familias de samuráis más destacadas de Japón, el joven Konoé era contrario al paisaje políticamente polarizado del país y tenía poco interés en seguir una carrera política, como indicaba la tradición familiar (tanto su hermano mayor como su abuelo fueron primeros ministros). Así que se dedicó a los viajes y la educación fuera de Japón, estudiando finalmente en la London School of Economics del Reino Unido a principios de los años sesenta.
“Aprendí a analizar situaciones desde diferentes ángulos. Fue muy útil, sobre todo con respecto a la situación imperante en ese momento en Japón, que estaba profundamente dividido. Entonces empecé a interesarme en la forma de ser neutral o justo y hacer prevalecer el sentido común”, asegura.
Como muchos japoneses, Konoé se opone terminantemente a las armas nucleares, postura reafirmada después de las conversaciones que sostuvo con algunos de los hibakushas o sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki de agosto de 1945.
“Como japonés, obviamente me siento muy cerca de este tema”, afirma. “Es una locura que haya 15.000 ojivas nucleares en el mundo que podrían matar a la humanidad varias veces. Si los líderes se comprometen con el derecho internacional humanitario, tal vez se puedan resolver las situaciones de mejor manera”.
En 2009, la Federación Internacional adoptó una resolución que insta a los Estados a que prosigan sus esfuerzos en pro de la eliminación de las armas nucleares con determinación y urgencia. Sin embargo, en una conferencia de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, celebrada en Nagasaki a principios de este año, Konoé lamentó que los Estados no participaran plenamente en las discusiones sobre el tema y que se haya fracasado en el intento por prevenir la proliferación de armas nucleares. Sin embargo, acogió con beneplácito la adopción por 122 Estados de un Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares en una reciente conferencia de las Naciones Unidas, celebrada en Nueva York. La medida fue saludada como un importante paso adelante en la lucha contra las armas nucleares, pese a que aún queda mucho por hacer: varios Estados clave poseedores de armas nucleares han dicho que no tienen intención de participar en el tratado.
Konoé, al que le quedan pocas semanas como presidente, piensa un poco antes de contestar cuáles son sus puntos fuertes como líder. “Desde el principio, cuando me presenté [para el cargo de presidente], dije que tenía una buena escucha. Particularmente en esta era de globalización, los líderes tienen que escuchar las opiniones de los demás y tratar de encontrar los factores de unión que puedan existir”.
Durante su primera misión internacional para la Cruz Roja Japonesa, el joven Tadateru Konoé participa en una acción de socorro tras el fuerte seísmo ocurrido en Nepal en 1966. Fotografía: Cruz Roja Japonesa
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