Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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IMAGINEMOS QUE SURFEAMOS una ola enorme que avanza rápidamente y no sabemos en qué momento romperá. Tal vez un viento marítimo reduzca la cresta de la ola o un bajío la obligue a estrellarse antes de lo esperado.
No está de más saber algo sobre vientos dominantes y bajíos. Pero en última instancia, la destreza para mantenerse arriba de la tabla no depende de si uno sabe exactamente cómo y cuándo romperá la ola, sino de tener la agilidad, los conocimientos y la experiencia para reaccionar ante lo que se interponga en el camino.
Para los trabajadores humanitarios, mantenerse al tanto de las tendencias en constante evolución es un poco como montarse en esa ola. Por más que conozcamos bien algunas tendencias, la temperatura de la atmósfera seguirá aumentando, los ciclos de sequía y tormenta se intensificarán, la tecnología continuará transformando profundamente nuestras vidas y no sabemos cómo se darán e interaccionarán todas estas complejas dinámicas.
Los trabajadores humanitarios no son los únicos con incertidumbre respecto al futuro. La mayoría de los pensadores, los gurús de la alta tecnología, los futuristas y los pronosticadores financieros coinciden solo en algunas ideas básicas: el ritmo de cambio aumentará, la red de interconexiones que define la vida moderna se tornará aún más compleja, y nadie sabe con certeza adónde nos llevará la ola.
Un futuro incierto
Algunas respuestas a estas preguntas están en lo que ya está sucediendo. Tomemos la pregunta sobre el dinero. Según un estudio, cerca del 80% de las personas que viven en algunas zonas urbanas de China ya no utiliza dinero en efectivo en sus transacciones diarias. Todo se realiza electrónicamente a través del teléfono móvil. En algunas zonas del África rural las estadísticas revelan una tendencia similar.
¿Y qué hay de las llamadas “máquinas pensantes”? Son formas muy primitivas de inteligencia artificial que ya desempeñan un papel preponderante en nuestra vida cotidiana —en el teléfono, el coche y el hogar—. Cada vez que alguien hace una compra o hace una búsqueda en Internet, por ejemplo, las computadoras siguen el rastro de estas actividades, luego usan fórmulas matemáticas complejas para definir el perfil de los consumidores, predecir el comportamiento futuro y satisfacer directamente sus posibles necesidades de consumo, todo ello sin la menor intervención humana.
Del mismo modo, las computadoras usan algoritmos para tomar decisiones bursátiles en fracciones de segundo, elaborar análisis de modelos meteorológicos o decir a determinados sistemas de armas cómo reaccionar en circunstancias específicas.
Se está debatiendo mucho sobre la rapidez con que la inteligencia artificial y la robótica resolverán mayores aspectos de la vida humana. Pero muchos pensadores vaticinan que a medida que vayan aumentando el ritmo y la complejidad de la vida, los seres humanos se volverán cada vez más dependientes de la inteligencia artificial para solucionar esas situaciones. Si a estas se añaden otras tecnologías en evolución –la ingeniería genética o el mejoramiento humano– algunos presagian que en pocas generaciones, los seres humanos podrían convertirse en un tipo de animal muy diferente.
Puede parecer descabellado. Pero la afirmación se basa en los avances ya realizados. Numerosas empresas están desarrollando sistemas de mejoramiento humano, tales como el exoesqueleto mecánico para mejorar la fuerza física. Otras ofrecen la posibilidad de instalar varias formas de nanotecnología (dispositivos y ordenadores microscópicos) en los cuerpos humanos para mejorar la vista, dar acreditaciones o seguir el estado biológico de una persona.
Aunque estas tecnologías pueden ofrecer muchas ventajas, también traen consigo un planteamiento ético y no pocas consecuencias humanitarias. ¿Pueden las tecnologías de mejoramiento humano utilizarse en forma malintencionada o aumentar la probabilidad de violaciones del derecho humanitario? ¿Será nuestra creciente interconexión con la tecnología una fuente de libertad o nos hará más vulnerables al control? Si los robots o los seres humanos semi-automatizados o mejorados hacen más trabajos, ¿qué implicará esto para los trabajadores, sus familias y comunidades? ¿Estos cambios afectarán igualmente a las personas en todo el mundo?
Fotografía: Travis Lyssy/Travis Lyssy Photography
Para seguir el compás de los cambios vertiginosos y radicales que atraviesa el sector humanitario, es necesario cambiar los métodos de trabajo y pasar de la acción aislada a la labor colectiva.
Los proyectos locales son el futuro
Sin embargo, no todas las tendencias e innovaciones se basan en una nueva tecnología ni surgen de laboratorios bien financiados en las economías desarrolladas del Norte o del Oeste del mundo. Muchas innovaciones se están dando en comunidades de todo el mundo a medida que la gente va encontrando nuevas formas de superar sus propios problemas.
Cabe citar el caso de un agricultor indonesio que cría moscas soldado negras. Estos insectos se alimentan de los desechos que se acumulan en los ríos y causan inundaciones por obstruir el curso del agua. Mientras los insectos adultos ayudan a prevenir las inundaciones, las larvas de esta especie pueden utilizarse para nutrir a los animales de granja.
Esta idea llamó la atención de la Cruz Roja de Indonesia (denominada localmente PMI), de la Federación Internacional, de la Universidad de Hamburgo y de varios donantes que se unieron para crear un “fondo de innovación” destinado a apoyar las ideas que contribuyan a prevenir las inundaciones.
“Ya se está innovando en las comunidades”, dice Carlos Álvarez, encargado de innovación y comunicaciones futuras para la unidad de Política, Estrategia y Conocimiento de la Federación Internacional. «De lo que se trata ahora es de darles financiación y seguimiento para que puedan difundirse y tener una influencia a mayor escala».
La mosca soldado es solo una de las muchas ideas que han surgido en el último año, ya que los equipos de la Federación Internacional, el CICR y la Sociedad Nacional han tratado de interpretar tendencias emergentes y futuras y apoyar ideas que ayuden al Movimiento a surfear esta ola, un tema esencial en las reuniones estatutarias de 2017 del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, que se examinará en Turquía a principios de noviembre.
El Foro RC², que tendrá lugar durante las reuniones, se centrará en los dilemas actuales y futuros, así como en las posibles soluciones. Las ideas que surjan completarán el debate en la Asamblea General de la Federación Internacional, documentarán los debates y decisiones durante el Consejo de Delegados y permitirán orientar el programa de la Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja en 2019.
Sin embargo, con tantos interrogantes sobre el futuro, la exigencia para el Movimiento no es necesariamente la de pronosticar consecuencias concretas o inventar el dispositivo o la innovación perfectos para cualquier escenario posible. De lo que se trata es de aprender a surfear mejor.
“La pregunta que cabe hacerse es: ‘¿Cómo establecemos los mecanismos y forjamos la cultura en nuestras organizaciones para poder escudriñar continuamente el horizonte y adaptarnos a los cambios que nos rodean?’”, dice Shaun Hazeldine, que dirige el equipo de la Federación Internacional encargado de analizar las tendencias futuras.
En el centro de los debates se plantean algunas preguntas muy fundamentales y apremiantes: ¿qué tipo de Movimiento necesitamos ser para resolver estos problemas complejos y en constante evolución, y qué tipo de trabajadores humanitarios tenemos que ser en un mundo donde incluso las suposiciones básicas de las generaciones pasadas, como lo que significa ser humano, pueden ser puestas en tela de juicio?
¿Promesa o amenaza?
Se avecinan cambios rápidos y posiblemente sorprendentes, pero ¿es brillante el futuro que le depara a la humanidad o algo más sombrío? ¿Qué implicará todo esto para el sector humanitario?
En las reuniones de voluntarios y personal de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja destinadas a examinar las tendencias futuras en el marco del proceso de “planificación para el futuro y análisis prospectivo”, las opiniones estuvieron en general divididas, observa Aarathi Krishnan, coordinadora de innovación de la Federación Internacional, en Kuala Lumpur. “Casi la mitad de los participantes consideró que los cambios futuros serán una oportunidad y la otra mitad una amenaza”, señala.
Brillantes o sombríos, los cambios ya los tenemos encima. Y están ocurriendo a gran velocidad. Para el mundo de los negocios, mantenerse al día de las tendencias en constante evolución, las fuerzas del mercado y los gustos de los consumidores siempre ha sido primordial. Ante este ritmo acelerado de cambios, las empresas están invirtiendo aún más en la interpretación de las tendencias futuras, principalmente mediante el análisis de una enorme cantidad de datos. En resumen, utilizan fórmulas matemáticas basadas en la informática para ver cómo se ordenan grandes cantidades de datos y sacar así conclusiones o tomar decisiones.
La convergencia de la inteligencia artificial, las computadoras capaces de realizar un “aprendizaje profundo” y la nube informática (que permite recopilar, fusionar y analizar enormes conjuntos de datos) proporciona nuevas formas de ver y comprender el comportamiento individual y las tendencias políticas y económicas generales e influir en ello.
Pablo Suárez, director de investigación para el Centro sobre cambio climático de la Federación Internacional y creador de las ondas transparentes que se muestran en esta fotografía, dice que estas ondas son como una «escultura de datos». Los picos y valles representan variaciones en el ujo del agua de una represa en Togo, donde un programa de aprendizaje automático se utiliza para prever los peligros de inundación. Fotografía: Janot Mendler de Suarez/Centro sobre cambio climático de la Federación Internacional
“Big data” o los macrodatos
Las organizaciones humanitarias han tendido a invertir mucho menos en la innovación, aprovechando los avances descubiertos en otros sectores. Pero esto está empezando a cambiar. Un ejemplo es la forma en que se utilizan los “big data”. La Cruz Roja Neerlandesa, por ejemplo, inició una iniciativa (510 Global Initiative), cuya finalidad es hacer que la asistencia humanitaria sea más rápida y económicamente más eficaz utilizando el aprendizaje automático para predecir los daños causados por tifones, terremotos e inundaciones.
“Basándonos en datos históricos sobre daños, estamos cada vez más en condiciones de predecir las repercusiones de un desastre, apenas unas horas después de que haya ocurrido”, afirma Maarten Van der Veen, el iniciador del proyecto para la Cruz Roja Neerlandesa. “Estos datos iniciales pueden ayudarnos a priorizar nuestras operaciones de socorro más inmediatas».
En la represa de Nangbéto en el río Mono, en Togo, los sistemas de aprendizaje automático están ayudando a los que trabajan en ella a pronosticar los riesgos de inundación y comunicar esta información a las comunidades situadas río abajo.
“Las represas hidroeléctricas son socios naturales de esta iniciativa, ya que es posible pronosticar cuándo se producirán las inundaciones”, dice Pablo Suárez, director asociado de investigación e innovación del Centro de las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja sobre cambio climático y uno de los artífices del proyecto.
Tras la gran inundación en el río Mono ocurrida en 2010, cuando los fondos destinados a la ayuda humanitaria procedentes de fuentes internacionales se demoraron 34 días en llegar a la Cruz Roja Togolesa, Suárez y sus colegas crearon un sistema que utiliza un algoritmo complejo para analizar los regímenes de las precipitaciones pasadas y pronosticar cuándo alcanzará la represa su capacidad máxima. Los fondos de prevención de desastres se liberan entonces antes de que se produzcan las inundaciones teniendo en cuenta los pronósticos de los probables flujos máximos aguas abajo.
Mis datos, mi dignidad
Estos proyectos son solo dos ejemplos del papel que los datos pueden desempeñar y desempeñarán en nuestro futuro. Para 2018, se espera que unos 3.600 millones de personas –casi la mitad de la población mundial– utilicen al menos una aplicación de mensajería.
Las organizaciones humanitarias no son una excepción. Un ejemplo es la iniciativa (What now?) apoyada por una asociación entre Google y el Centro mundial de referencia de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja sobre preparación para desastres, que proporciona a los usuarios de móviles en todo el mundo una orientación de alerta temprana y actuación.
Nuevas investigaciones efectuadas por el CICR señalan que las aplicaciones de mensajería merecen ser consideradas una herramienta primordial para realizar operaciones más eficaces y mejor adaptadas a las necesidades en constante evolución. Ahora bien, en el informe del CICR de enero de 2017, Humanitarian Futures for Messaging Apps, se observa que las organizaciones humanitarias tienen que andar con cuidado.
La mayoría de las aplicaciones de mensajería suelen recabar información muy diversa sobre los usuarios. Por lo tanto, si los trabajadores humanitarios utilizan estas aplicaciones para llegar a grupos concretos de personas necesitadas, es importante que protejan esos datos. Incluso la recopilación involuntaria de esos datos podría plantear riesgos para las personas o los grupos.
Por lo tanto, las organizaciones humanitarias deben contar con políticas de protección de datos claras y severas que aborden de manera proactiva una serie de cuestiones que se cruzan, entre ellas el consentimiento informado, las medidas eficaces de criptografía y los derechos de privacidad.
Esto es importante más allá del uso de las aplicaciones de mensajería, ya que las organizaciones humanitarias utilizan cada vez más los medios electrónicos para efectuar evaluaciones en el terreno, registrar a los beneficiarios y transferirles fondos. Algunos incluso emplean los datos biométricos, como las huellas digitales, para verificar la identidad de las personas que reciben la ayuda. Es una de las razones por las que el CICR inició recientemente un proyecto de investigación con Privacy International para estudiar más a fondo los riesgos de los metadatos que generan las organizaciones humanitarias.
Nuevas dificultades, nuevo bagaje
De hecho, cada nueva oportunidad, tendencia o innovación trae consigo una multitud de dilemas técnicos y éticos que interaccionan. El Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja tendrá que determinar, analizar y responder a esas tendencias, y sopesar las consecuencias humanitarias que conllevan, lo más rápidamente posible.
En un artículo reciente para el blog de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, Anja Kaspersen, del CICR, señala que tales algoritmos han permitido diagnosticar algunas formas de cáncer con mayor precisión que experimentados oncólogos.
“Y recientemente, un algoritmo de inteligencia artificial, llamado Libratus, ha demostrado ser un jugador de póker prometedor “, observa. El problema es que, al menos hasta ahora, es difícil saber por qué estos algoritmos toman ciertas decisiones y ello dificulta enormemente la acción correctiva o la rendición de cuentas. Si la inteligencia artificial se utiliza para dar a los sistemas de armamento poder autónomo para establecer los blancos, estos asuntos se vuelven más graves aún.
“Imaginemos un algoritmo de aprendizaje profundo que demuestre que puede distinguir más fácilmente que los humanos a los combatientes de los civiles”, escribe. “Sabiendo que le salvará la vida a más civiles que una persona encargada de tomar decisiones, ¿tenemos la obligación ética de permitir que este algoritmo tome decisiones de vida o muerte? ¿O esto sería moralmente inaceptable, sabiendo que el algoritmo no será capaz de explicar el razonamiento que condujo a un error, haciéndonos incapaces de remediar su capacidad de repetir ese error?
Es esencial comprender las ventajas y los peligros posibles de la inteligencia artificial, dice, ya que parecemos estar “al borde de una carrera mundial de armas accionadas por la inteligencia artificial … y los sistemas alimentados por esta inteligencia probablemente transformen la guerra moderna de manera tan drástica como lo hicieron la pólvora y las armas nucleares”.
Nuevos actores, nuevos escenarios
Buenos o malos, no todos los grandes cambios que afectan a la acción humanitaria provienen de la nueva tecnología. Los nuevos actores humanitarios, entre ellos las alianzas creativas entre actores privados, públicos y comunitarios, están cambiando la forma en que la gente interviene en la respuesta humanitaria.
“Una nueva ola de empresas de impacto social están colaborando con organizaciones no gubernamentales para hallar soluciones y captar otras fuentes de financiación”, dice Ramya Gopalan, coordinadora de la Federación Internacional en materia de innovaciones para la Región de Medio Oriente y el Norte de África. “Estas empresas suelen incorporar un estilo austero de gestión y puesta en marcha”.
Para el Movimiento, la experiencia ha sido siempre una de sus mayores ventajas, pero en este nuevo mundo, puede ser un obstáculo. “Muchas organizaciones tan grandes como la nuestra tienen una manera autorizada de hacer las cosas “, señala Gopalan. “Creemos que nos mantendremos en la empresa porque siempre ha sido así. Pero esa manera de hacer las cosas ya no se sostiene”.
A medida que las organizaciones humanitarias se ven presionadas por los donantes para transformar su modelo operativo y coordinar mejor sus acciones, incluso con los grupos locales y otros sectores, será esencial entender estas tendencias.
“El ecosistema humanitario pide a gritos un cambio, lo que requiere una nueva forma de pensar”, según Peter Walton y Fiona Tarpey, director y responsable de estrategia y política internacionales para la Cruz Roja Australiana, en un artículo publicado en el sitio web de Cruz Roja Media Luna Roja (rcrcmagazine.org).
“Debemos comenzar adoptando un modelo de colaboración a largo plazo y más sistémico entre las organizaciones y los componentes del Movimiento y encontrar coaliciones más creativas”, afirman.
Como ejemplo podemos citar un proyecto piloto de la Cruz Roja Australiana en Vanuatu cuya finalidad es hacer participar a los proveedores locales en la prestación de asistencia. La idea es que se formen asociaciones entre proveedores locales, organizaciones humanitarias y el gobierno a fin de aumentar la capacidad de las empresas locales para proporcionar bienes y servicios en las respuestas rápidas. Esto permitiría prestar socorro más rápidamente a las comunidades de las islas de difícil acceso y al mismo tiempo estimular la economía local.
Sin embargo, este cambio no dejará de comportar peligros y será difícil para el Movimiento adaptarse al cambio y garantizar el respeto de los valores que han hecho su reputación como proveedor fiable y neutral de asistencia imparcial durante más de 150 años.
“No se trata de dejar a un lado nuestras tradiciones y nuestra cultura”, asegura John Sweeney, que coordina el equipo de reflexión futura y prospectiva de la Federación Internacional, sino de “saber cómo aprovechar las oportunidades y afrontar los cambios, encontrar las actividades que funcionan y ampliarlas, integrando todo lo nuevo y luego seguir evolucionando”.
En 2018, Hassan al Kontar permaneció durante siete meses varado en un aeropuerto mientras se examinaba su solicitud de asilo. Hoy, vuelve a ser noticia, pero, esta vez, por su forma de retribuir al país que lo acogió.