Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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Conocido por sus amigos como Kaba, Alesani Paroqui viene de Guinea (África Occidental). Actualmente vive en Settimo Torinese y trabaja con niños en un campamento de verano en la iglesia de San Giuseppe Artigiano, donde los migrantes del centro de acogida de la Cruz Roja Italiana trabajan como asistentes de los consejeros del campamento. «Es una forma de que las personas de la comunidad conozcan a Alesani», comenta Giuseppe Vernero, director del programa. «Así no es solo un número, sino el ser humano que es, con una historia y un futuro».
Settimo Torinese, un barrio periférico de la ciudad industrial de Turín, en el norte de Italia, es el lugar indicado para tener una idea de las dificultades cotidianas que enfrentan los migrantes en un nuevo mundo. Después de todo, la ciudad fue creada en gran parte para las personas que llegaban del sur y el este de Italia en busca de empleo en los años sesenta y setenta. Actualmente, Settimo Torinese sigue siendo un lugar donde los migrantes de todo el mundo trabajan para realizar sus sueños. Pero dar los primeros pasos hacia esos sueños no es tarea fácil habida cuenta del desempleo juvenil en Italia, que ronda el 34%. A medida que el debate público sobre la migración se intensifica y las protestas contra los inmigrantes aumentan en Italia y otros países, las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja de todo el mundo se empeñan en garantizar su seguridad, y el sueño de contribuir positivamente no se acaba al cruzar la frontera. Las fotografías y los relatos de las páginas siguientes, de Italia, Suecia y otros países, muestran las dificultades con que se topan los migrantes y los aportes que pueden hacer si se les brinda la oportunidad. Fotografías y texto de Nadia Shira Cohen.
El centro recibe a huéspedes temporales que se alojan entre unos días y un mes y residentes permanentes, que pueden quedarse hasta un año o más. Los residentes permanentes son los beneficiarios de un programa dinámico de integración cuyo objetivo es lograr la plena aceptación de la comunidad y combatir la discriminación. Lo primero que ofrece el centro es el aprendizaje del idioma, que permite a los refugiados prepararse para el trabajo y la escuela.
Gumbo Toray, de 19 años, procedente de Gambia, es uno de los muchos migrantes que es invitado a un hogar italiano en el marco de un programa que pretende romper las divisiones entre migrantes e italianos. La Cruz Roja Italiana ofrece a las familias participantes apoyo básico en forma de alimentos y ropa. Aquí, Toray comparte la cena con sus anfitriones, Alberto Gigliotti y su padre Emilio.
«Me siento como si estuviera viviendo en un hogar real con una familia real que me quiere y cuida de mí», asegura Toray, cuyo padre, un imán, lo obligó a abandonar Gambia a los 13 años para estudiar el Corán en Senegal. Sintiéndose desanimado allí y alejado de su familia, decidió salir y logró llegar a Libia antes de finalmente embarcarse para Italia.
Después de pasar un año en Florencia, donde no aprendió ni una sola palabra de italiano y fuera de jugar al fútbol no hacía gran cosa, estaba muy deprimido. Fue entonces cuando ubicó el centro de acogida en Settimo Torinese, donde comenzó a estudiar italiano y tomar cursos en el sector hotelero. Recientemente aprobó un examen que le permite continuar la escuela secundaria en el sistema escolar italiano. «Algún día tendré mi hogar y mi propia familia. Y quién sabe, tal vez pueda volver a Gambia… sí, algún día», dice.
La pequeña ciudad de Hedemora (Suecia) también es un buen ejemplo para ver lo que ocurre cuando las comunidades acogen a los migrantes y refugiados. Aquí, la idea de recibir a los que están con problemas no es nueva. Reinis Kins llegó de Letonia hace ocho años. Muchos de los amigos y compañeros de Kins son suecos de origen finlandés, cuyos padres o abuelos vinieron aquí como huérfanos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se creó la sección de Hedemora de la Cruz Roja Sueca especialmente para echar una mano a los que huían de la guerra. Desde entonces, la sección ha visto varias oleadas de refugiados a lo largo de los años y actualmente las actividades giran en torno a la asistencia que prestan las autoridades suecas a los migrantes y refugiados instalados en Hedemora y otras ciudades vecinas. El objetivo principal es facilitar la integración ofreciendo cursos de idiomas con guarderías en el lugar, organizando reuniones entre suecos y extranjeros, conectando a las familias suecas con los migrantes y brindando ayuda para efectuar los trámites en las oficinas de inmigración y otras oficinas gubernamentales, como la agencia nacional de trabajo.
La sección de Hedemora de la Cruz Roja Sueca también ofrece servicios de guardería alos participantes en sus cursos de sueco para que ambos padres tengan la oportunidad de asistir a clases y estudiar. El voluntario de la Cruz Roja, Gunborg Moran, dice que si no fuera por estos servicios, muchas mujeres no podrían asistir a clases, lo que claramente las pondría en desventaja y les impediría integrarse en la sociedad. Aquí, en el cuarto de los niños en la sección de Hedemora, Latifa Farzi de Afganistán se reúne con sus hijos después de una lección de sueco.
La Cruz Roja Sueca también trata de ayudar a la población local a comprender mejor las costumbres y prácticas religiosas de los migrantes. Para los migrantes puede ser difícil mantener sus tradiciones en un nuevo entorno y es útil si los suecos entienden la experiencia que atraviesan sus nuevos vecinos. Este verano, Istar Mohammad, de 26 años, de Somalia, y Zarghona Rahimi, de Afganistán, observaron el Ramadán. Pero en Suecia, en verano la luz del día puede durar hasta veinte horas, lo que significa que los musulmanes pueden cenar a las diez y media y levantarse a las dos de la madrugada para preparar comida para el día siguiente.
Los migrantes y los expertos en migración entrevistados para el presente artículo coinciden en que los suecos son en su mayoría tolerantes y muestran una actitud positiva hacia los migrantes y los refugiados. No obstante, persisten el prejuicio y la incomprensión entre algunos de ellos. Tras el reciente ataque terrorista cometido en Estocolmo y los disturbios entre jóvenes ocurridos en la ciudad de Malmö, algunos suecos empiezan a sentir que su sociedad se encuentra en peligro. Por esta razón, las actividades de integración que realizan la Cruz Roja y la Media Luna Roja, incluyendo las que tienen por objetivo liberar el estrés y la presión emocional, son tan importantes. Entretanto, el solicitante de asilo afgano, Javad Rasoli, ha encontrado su propia forma de calmarse pescando en el lago en Lanshytan, un distrito de la ciudad de Hedemora.
La pandemia de COVID-19 no solo está uniendo a las personas sino también motivándolas para unirse a grupos de voluntarios que permiten tomar medidas rápidas y significativas.