Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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Fotografía: Mirva Helenius/Federación Internacional
El ciclón Mora azotó el suroeste de Bangladesh a fines de mayo y tuvo consecuencias devastadoras en los asentamientos informales de Cox’s Bazar, donde residían entonces unas 75.000 personas desplazadas de Myanmar que huyeron de la violencia en el norte del estado de Rakhine
Las casas hechas con paredes de barro y chapas de plástico enrolladas en cañas de bambú a modo de techo no soportaron la fuerza del viento y la lluvia. Las pertenencias y reservas de alimentos tampoco resistieron la tormenta, sumiendo aún más en la crisis a una población ya marginada.
La Media Luna Roja de Bangladesh proporcionó alojamiento temporal, servicios de salud, agua limpia y saneamiento. Pero incluso antes de la tormenta, voluntarios de la Media Luna Roja, como Tamjid Hossen Naim, brindaban apoyo psicosocial a los recién llegados. En los últimos meses, las necesidades en Cox Bazaar no han hecho más que aumentar. A fines de septiembre, se calculaba que más de 400.000 personas habían huido de Myanmar a Bangladesh.
Todos los días, Niam y otros voluntarios recorrieron los caminos y las colinas del asentamiento de Kutupalong para ofrecer apoyo psicosocial y servicios de protección. Saber escuchar es una gran ventaja, observa, especialmente cuando se trata de grupos particularmente vulnerables, como los niños o menores no acompañados. Casi el 60% de los recién llegados son niñas y niños menores de 18 años. «No podemos ir a la escuela porque en la mañana tenemos que hacer tareas para ayudar a nuestras familias», cuenta una niña en el asentamiento de Kutupalong.
Según una encuesta de la Media Luna Roja de Bangladesh, un número considerable de niños que llegan a Bangladesh están solos o separados de sus padres, lo que es especialmente preocupante debido a su gran vulnerabilidad a la violencia física, sexual y psicológica, la discriminación y la exclusión social.
«Mis padres murieron en los combates», relata un niño de 8 años. «Vi lo que les sucedió. Corrí y un hombre me rescató. Estaba ayudando a muchas personas a cruzar el río para escapar del peligro. Me llevó con los demás y me dejó aquí en este lugar”.
Cuando se conocieron en el campamento de migrantes de Skaramagas en Grecia, Mariam, Houssam y Muhannad se dieron cuenta de que no solo tenían en común haber vivido la guerra en Siria, sino que también eran músicos consagrados. Así fue como empezaron a tocar juntos y hoy comparten su amor por la música con las demás personas que vive en Skaramagas.
“Cuando escuchas música, tienes una sensación de libertad», dice Mariam. «Hay tanto dolor y sufrimiento en este campamento. Todos los que viven aquí han soportado muchas cosas para llegar a Grecia. Pero la música nos devuelve el sentido de la alegría, la pasión y la espontaneidad».
Los tres amigos hicieron equipo con la Federación Internacional para enseñar canto y teoría de la música a casi 50 estudiantes, de entre 13 y 20 años, para diversos instrumentos, desde la guitarra hasta el laúd. La Federación Internacional y la Cruz Roja Helénica ponen a disposición instrumentos y un espacio para que los músicos puedan dar sus lecciones. En todo el país, la Federación Internacional y la Cruz Roja Helénica trabajan con personas que viven en campamentos en toda Grecia para organizar cursos de idiomas, clases y concursos deportivos y artesanías. Al compartir en espacios seguros las cosas que saben hacer, los migrantes logran romper la monotonía de la vida del campamento.
En el estado sureño de Chiapas, el albergue de Santa Marta en Salto del Agua, es uno de los primeros puntos donde se detienen los migrantes que van rumbo al norte después de cruzar la frontera guatemalteca con México. Tras días y días de caminata, a menudo llegan con los pies heridos y los voluntarios de la Cruz Roja Mexicana se encargan de prestarles la atención necesaria con cuidado y diligencia. Más al norte, en Ciudad Serdán (México), un médico de la Cruz Roja Mexicana brinda atención médica básica a los migrantes en un centro de ayuda ubicado estratégicamente entre una carretera y una línea de ferrocarril. No lejos de allí, otro voluntario les ofrece la oportunidad de hacer llamadas telefónicas gratuitas a sus seres queridos.
Entretanto, en Honduras, los voluntarios de la Cruz Roja Hondureña acogen a los migrantes que han sido deportados desde México a través de Guatemala, les prestan atención prehospitalaria o los ayudan a ponerse en contacto con sus familiares.
Estos ejemplos, entre otros, ilustran la labor que realizan las Sociedades Nacionales de Guatemala, Honduras y México para prestar servicios esenciales de emergencia a las personas que deciden emprender año a año el tortuoso y peligroso viaje en dirección del norte a fin de escapar a la pobreza crónica y la violencia.
Fotografía: Jesús Cornejo/CICR
La migración también tiene enormes consecuencias en las familias y los amigos que quedan atrás. Estas fotos tomadas por el fotógrafo José Cendon para el CICR hablan de esto.
Mamadou tenía 55 años cuando desapareció. Su esposa aún conserva sus herramientas de carpintería, que extiende sobre una alfombra, por si fuera a volver. “Así podría trabajar y tendríamos la misma vida que antes».
Otro joven, también llamado Mamadou, tenía 20 años cuando desapareció. «Creció pescando y amó el mar más que cualquier otra cosa en el mundo», dice su madre, Faousseuk Fall. «Y el mar lo llevó para siempre».
Para los seres queridos de los hombres y las mujeres de los que nunca más se supo, el CICR y la Cruz Roja Senegalesa ofrecen grupos de apoyo, cursos de alfabetización, educación y capacitación, y facilitan la creación de pequeñas empresas.
Fotografía: José Cendon/CICR
Durante 20 años, más de un millón de familias tayikas han contado con los ingresos de sus seres queridos que trabajan por temporadas en Kazajstán y la Federación de Rusia. Hoy, las tres Sociedades Nacionales de la región colaboran en la iniciativa denominada «el tren de la humanidad», a fin de proporcionar información sobre cuestiones legales y de salud a los trabajadores migrantes cuando viajan entre los tres países.
Provistos de información sobre los riesgos de la tuberculosis, la hepatitis y las enfermedades de transmisión sexual, los voluntarios de la Media Luna Roja de Tayikistán suben al tren en Dushanbe, la capital del país. Los equipos de la Media Luna Roja de Kazajstán se unen al convoy en la provincia occidental de Atyrau, en Kazajstán, seguidos por los voluntarios de la Cruz Roja de Rusia, que se suman al viaje en Volgogrado, ciudad rusa situada al suroeste del país.
«Muchas personas ignoran sus derechos y no saben que como trabajadores migrantes legales tienen derecho a la asistencia sanitaria básica», asegura Rano Saidova, experto de la Media Luna Roja de Tayikistán en cuestiones jurídicas, que es miembro del equipo en el tren de la humanidad y se encarga de dar consejos de primeros auxilios e información básica sobre las enfermedades infecciosas y los derechos de los trabajadores, especialmente en relación con el tratamiento médico. «Significa mucho para las personas que se benefician de la iniciativa que alguien esté pensando en ellas y entienda su situación», dice Saidova. » Nos han dicho que a menudo se sienten aisladas y solas».
En los Andes de Perú, los pronósticos contribuyen a captar recursos, lo que permite a los pequeños criadores de alpacas proteger sus animales del frío extremo y las nevazones.