Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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Construido sobre las marismas entre una prisión y uno de los miles de riachuelos que forman el delta del Níger, Prison Waterfront es uno de los muchos barrios miserables que se forman en las afueras de Port Harcourt (Nigeria). Alrededor del 70% de los habitantes de Port Harcourt (que son un millón ochocientos mil) viven en asentamientos informales, que se extienden sobre todo el litoral y tienen poco o ningún acceso a servicios públicos, como el sistema de alcantarillado y el agua potable. Los desechos industriales y humanos, junto con una capa de petróleo procedente de robos a oleoductos, cubren las ensenadas y los pantanos. Eso significa que la población no puede usar los recursos naturales cercanos —los cursos de agua y los pantanos— para comer o ganarse la vida. Abrumados por la pobreza crónica, la falta de educación y la violencia armada, los habitantes están expuestos a muchos peligros diarios. El CICR lleva casi dos años trabajando en Prison Waterfront, suministrando agua potable, realizando pequeñas mejoras en la infraestructura y proporcionando micropréstamos a las mujeres. En noviembre de 2016, el CICR dio cámaras fotográficas desechables a 26 jóvenes para tener una idea de cómo se ven a sí mismos, su comunidad, su vida cotidiana y sus esperanzas para el futuro. Mostramos a continuación algunos ejemplos de lo que captaron a través de los visores.
“Tomé esta foto para mostrar a la gente que, a pesar del entorno en que vivimos, el amor sigue intacto entre nosotros”.
“Con esta foto espero lograr que se tome conciencia y que la gente nos ayude a construir un camino para que podamos ir a buscar agua. Ahora hay solo un tablón y en cualquier momento alguien se puede caer”.
“A través de estas fotos, quiero que la gente sepa donde vivimos y que no estamos contentos con algunas cosas que vemos; quiero mostrar cómo me siento en este lugar y lo desagradable que es para mí”.
“Muchas personas tienen dinero y no saben qué hacer con él, mientras que otras no tienen nada y lo poco que tienen lo utilizan para comprar lo básico. Así que tomé una foto de las cosas que nos faltan… de los niños que usan tazas para tomar un poco de agua del grifo que el CICR instaló para nosotros. Antes, íbamos a los pozos para sacar agua; hoy es más fácil”.
“Nunca me gustó sacar fotos. Cuando los amigos me pedían que lo hiciera, siempre contestaba que no me gustaba. Pero desde que hice el taller de fotos con el CICR, cambié de parecer y me gusta mucho”.
A través de estas fotos, quiero transmitir al mundo entero que en las villas miserias se debe trabajar muy duro para poder llevar comida a la mesa. Sí, hay que trabajar para poner comida en la mesa, pero yo quiero una vida mejor que esa”.
75 años después de que dos bombas atómicas destruyeran casi por completo Hiroshima y Nagasaki, sobrevivientes como ReikoYamada no descansarán hasta que el mundo se libere de las armas nucleares.