Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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Fotografías: Erhan Elaldi/Anadolu Agency; İslam Yakut/Anadolu Agency; REUTERS/Osman Orsal; REUTERS/Ozan Kose.
La Guerra en Siria , ya en su sexto año, ha dejado más de 2,7 millones de refugiados que viven hoy en Turquía. Haber elegido a Estambul como sede de la Cumbre Humanitaria Mundial fue particularmente interesante. No hacía falta mirar más lejos para saber lo que estaba en juego en la reunión mundial.
“Hay cientos de miles de refugiados sirios en Estambul”, señaló Naci Yorulmaz, vicepresidente de la Media Luna Roja Turca, que con un cauto optimismo manifestó que la reunión de mayo de 2016, organizada por Naciones Unidas, podía ser un significativo avance para resolver una abrumadora serie de problemas humanitarios apremiantes y ayudar a las organizaciones humanitarias a influir más en la acción de los Estados.
“Después de esta reunión esperamos que se tenga más en cuenta nuestra opinión”, comentó. Lograr que las organizaciones humanitarias locales y nacionales, y las personas a las que tratan de prestar asistencia expresen su opinión fue un tema recurrente en la Cumbre, en la que se dieron cita 9.000 delegados de 173 países en torno a la hercúlea tarea de redefinir el modo de brindar asistencia y exigir que los Estados contraigan compromisos concretos para poner fin a los conflictos o, entre tanto, proteger a los civiles atrapados por el fuego.
Las amplias consultas mantenidas con organizaciones humanitarias locales y las comunidades afectadas por las crisis contribuyeron a formular el llamamiento que lanzó la Cumbre en favor de una mayor participación local en la toma de decisiones humanitarias. Para Yorulmaz, la prueba de que se está cumpliendo ese objetivo sería que las personas afectadas por conflictos y otras situaciones de emergencia vean algún cambio significativo en su situación.
“Debemos salir y decirles: ‘nos hemos reunido nuevamente para hablar de los problemas que los aquejan, pero ¿qué debemos hacer para que se produzca un cambio en la vida diaria de ustedes?’”
El que puede responder a esta pregunta es Al Hakam Shaar. Nacido y criado en la ciudad siria de Alepo, Shaar es investigador en el Proyecto de Alepo, una plataforma para los sirios y no sirios interesados en reflexionar sobre el futuro de esta ciudad convulsionada por la guerra. Shaar dice que muchos de sus conciudadanos sirios opinan que en la Cumbre se han propuesto ideas importantes.
Sin embargo, precisa que a muchos de ellos les cuesta ver cómo los acuerdos concertados en Estambul pueden influir en la situación extrema que enfrenta a diario la población. “Muchas de las críticas que se hicieron a la Cumbre fueron porque a pesar de que se pidió que se resolvieran las causas profundas del sufrimiento humano —en lugar de siempre remediar la situación— no se propuso ningún mecanismo para lograr este objetivo”, precisa.
Aunque la Cumbre no condujo a ningún replanteamiento radical del sistema de asistencia humanitaria ni a compromisos para proteger a los civiles (véase página 4), 48 Estados firmaron un nuevo compromiso en apoyo del derecho internacional humanitario. Además, la reunión introdujo muchas alteraciones constructivas en la manera habitual de tratar los asuntos. Quizás lo más significativo fue la firma del “Gran Pacto”, una serie de reformas destinadas a mejorar la eficacia y sostenibilidad de la asistencia, suscrito por los 30 principales donantes y organizaciones, y respaldado por la Federación Internacional y el CICR.
Un elemento clave de este pacto es la importancia que se concede a la actividad en el plano local al fijar el objetivo de destinar un 25% de la ayuda humanitaria lo más directamente posible a las organizaciones locales y nacionales. Actualmente, menos del 0,02% de la ayuda, de cuyo seguimiento se encarga el Servicio de Supervisión Financiera, se destina directamente a las organizaciones humanitarias locales.
Elhadj As Sy, secretario general de la Federación Internacional, dice que el Gran Pacto es un importante logro. “Algunos de los resultados de la Cumbre, entre ellos el Gran Pacto, el mayor reconocimiento que se da a la actividad local y a los actores locales, y el énfasis en poner a las comunidades en el centro de nuestra labor deberían contribuir a fortalecer nuestra respuesta”, declaró ante la Cumbre. “En última instancia, el éxito de esta Cumbre lo determinan las acciones ulteriores y nuestra capacidad de traducir estas ideas y este impulso en acciones que mejoren la vida de los más vulnerables del mundo”.
Peter Maurer, presidente del CICR coincidió en que el Gran Pacto no es la panacea para todos los problemas del ecosistema humanitario, pero –dijo- contribuirá a garantizar que el dinero se utilice de la mejor manera y, sobre todo, a recaudar nuevos fondos.
Muchas ONG pequeñas, relativamente nuevas, que colaboran solidariamente con las comunidades locales afectadas por crisis o conflictos, acogieron con interés estos compromisos. Mohammed Katoub, de la Sociedad Médica Sirio-Americana (SAMS), manifiesta su beneplácito por la idea de que se asigne directamente a las organizaciones que trabajan en el terreno un mayor porcentaje de los fondos recaudados. Más de un tercio de los fondos de la SAMS proviene de donaciones privadas y el resto se canaliza a través de ONG internacionales, afirma. “Esperamos después de esto obtener fondos directos de los gobiernos para poder reducir así los costos generales de las ONG internacionales cuando actúan como terceras partes”.
Pero muchos sostienen que la Cumbre es más un punto de partida para el nuevo nivel de acción concertada que un objetivo en sí mismo. Katoub, por ejemplo, está muy preocupado por la protección de sus colegas y otros trabajadores humanitarios y de salud, así como por la forma de prestar servicios en un país devastado por la guerra. Si no se mejora la protección, los cambios en el paradigma de la financiación no darán sus frutos, y la propia Cumbre dio pocas soluciones de corto plazo.
“Los resultados no se obtendrán de la noche a la mañana pero nosotros tenemos que seguir expresando nuestras necesidades. Todos los días perdemos a amigos y colegas en Siria, y pedimos, por lo tanto, que se les proteja mejor, se haga rendir cuentas a los infractores y se garantice el acceso humanitario a las zonas sitiadas y a las que es difícil llegar”.
A fin de entender lo que significan las promesas hechas en la Cumbre para las organizaciones locales, les hemos planteado la pregunta. Lea en nuestro sitio web (www.rcrcmagazine.org) lo que han respondido y escriba lo que usted opina al respecto. Entre los que han respondido figuran una organización que ayuda a los refugiados sirios en Grecia, un coordinador de voluntarios de Honduras y un jefe de proyecto de Burkina Faso.
“Con demasiada frecuencia, las organizaciones humanitarias internacionales consideran los colectivos locales como algo más que beneficiarios o destinatarios de sus proyectos y no como participantes activos. Las comunidades locales deberían participar desde el principio”.
Wendpagnandé Jocelyne Sankima, directora del proyecto de la Cruz Roja de Burkina Faso dirigiéndose en un llamamiento a la Cumbre para dar a las organizaciones locales un papel más preponderante y permitirles expresar su opinión en la toma de decisiones y la financiación humanitarias.
Muchas Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y dela Media Luna Roja, por su parte, tienen la esperanza de que un nuevo paradigma de financiación en el que se priorice una financiación sin asignación específica y se destine un mayor porcentaje de los fondos a las organizaciones nacionales, permita la realización de programas más sostenibles y eficaces en las comunidades.
Si a esto se le suman fuentes sostenibles de financiación interna, es decir, fondos recaudados en el país por organizaciones locales, las Sociedades Nacionales podrían ser mucho más sensibles a las necesidades locales y menos dependientes de los donantes externos internacionales, explica Frehiwot Worku, secretaria general de la Cruz Roja Etíope.
“Lo que hacemos actualmente es esperar a que ocurra una situación de emergencia y luego conseguir la ayuda. Actualmente no ponemos suficiente énfasis en la preparación y la resiliencia después de un desastre”, precisa Worku.
Totalmente al margen de los grandes pactos y declaraciones de alto nivel, en la sala de exposiciones de la Cumbre, cinco pisos más abajo de las salas de conferencia, se dio una idea de algunas de las batallas que dan diariamente las pequeñas ONG. En uno de los stands, Anna Tuson, responsable de Small Projects Istanbul echa una mirada orgullosa a su puesto frente al cual una multitud de personas hacen cola para comprar joyas, gorros de lana y pulseras, todos fabricados por refugiadas sirias que viven en el distrito de Fatih de Estambul. “Somos los peces más pequeños aquí, pero ¡al parecer estamos haciendo lo mejor!”, comenta.
Lobana, estudiante de 26 años que huyó de Alepo después de terminar la universidad el año pasado, está encantada con la oportunidad de hacer algo productivo: “Hacemos todo a mano, empezamos de cero y todas las mujeres tienen un papel en la fabricación de cada pieza”, explica la estudiante.
Los fondos generados permiten que sus hijos vayan a la escuela en lugar de trabajar horas en las diversas fábricas textiles de la ciudad. ¿Qué le parece la idea propuesta en el Gran Pacto de que las organizaciones locales como la suya reciban una mayor proporción de recursos? Le parece buena en teoría pero no pierde el sentido de la realidad dadas las exigencias que los donantes tienen con las organizaciones pequeñas.
“Todo nuestro dinero proviene de donaciones privadas, crowdfunding y pequeños eventos para obtener fondos en los cafés”, señala. “El mayor problema es que nadie da dinero para cosas tan banales” como el alquiler, los servicios públicos o los salarios del personal, que son cruciales. Dicen por lo que van a pagar: escritorios y libros, pero eso no es lo que necesitamos”.
En los próximos meses, los donantes y las organizaciones humanitarias, locales e internacionales, tendrán que tratar de encontrar la forma de conseguir exactamente lo más indispensable para las personas que más lo necesitan a escala local. Y deben hacerlo, porque las necesidades de emergencia siguen aumentando y porque en muchos lugares del mundo hay gente que lucha por sobrevivir día a día.
Cuando Al Hakam del Proyecto de Alepo pregunta
a sus compañeros sirios qué efectos tendrán con el tiempo las propuestas de la Cumbre para la población de ciudades como Alepo, muchos simplemente no se atreven a responder. “Algunos de nuestros participantes no están preparados psicológicamente para decir cómo serán las cosas en el futuro. La prioridad para ellos es pensar en cómo detener lo que está sucediendo ahora”, dijo.
Participantes de la Cumbre en uno de los muchos eventos culturales paralelos. Photo: Media Luna Roja Turca
Uno de los resultados más significativos y duraderos de la Cumbre Humanitaria Mundial es la labor realizada mucho antes de que los 9.000 delegados se reunieran en Estambul en mayo de 2016. Basándose en una colaboración iniciada en 2015, que dio lugar a la adopción de una declaración del Movimiento dirigida a la Cumbre, así como en un documento de posición relativo al Gran Pacto y otros temas, los observadores dicen que los 125 participantes del Movimiento (que representaron a 72 Sociedades Nacionales, a la Federación Internacional y al CICR) lograron tener una influencia preponderante en los resultados finales de la Cumbre.
Mucho antes de que la Cumbre abriera sus puertas, los dirigentes del Movimiento ya estaban trabajando para lograr un consenso con otros líderes humanitarios clave: un ejemplo de ello es el artículo escrito por Elhadj As Sy, secretario general de la Federación Internacional, y Stephen O’Brien, SecretarioGeneral Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia de Naciones Unidas, publicado en el Huffington Post. En el artículo, se aboga por aumentar la destinación local de la ayuda y por una mayor inversión en la resiliencia. “La premisa es simple: invertir en las competencias, conocimientos y sistemas nacionales y locales para fortalecer la resiliencia y preparación permitirá salvar vidas, reducir gastos y conservar los beneficios para el desarrollo que costó tanto lograr».
En Estambul, el Movimiento desempeñó un papel primordial en la tarea de impulsar un replanteamiento de la financiación humanitaria, con objeto de destinar más fondos a actores locales y hacer más hincapié en el fortalecimiento de la capacidad local de intervención, todo ello complementado por las organizaciones nacionales, regionales e internacionales donde sea necesario. Al mismo tiempo, el Movimiento logró que los principales líderes de Naciones Unidas reconozcan que el sector humanitario es más bien un «ecosistema» y no un sistema humanitario monolítico supervisado por Naciones Unidas.
La Federación Internacional y las Sociedades Nacionales, por su parte, abogaron por que de aquí a 2020, el 25% de la financiación humanitaria se asigne a las organizaciones locales y nacionales, así como por el fortalecimiento de la capacidad institucional a largo plazo —dos cuestiones capitales del pacto humanitario negociado en Estambul—.
Para el CICR, la Cumbre fue la oportunidad de puntualizar que cuando se trata de conflictos, la contribución más importante para aliviar el sufrimiento no depende de los cambios en la forma de prestar asistencia, sino de las resoluciones políticas y el respeto del derecho internacional humanitario (véase página 4). Sin embargo, el CICR también se unió a los esfuerzos de las Sociedades Nacionales y la Federación Internacional en pro de alentar a los donantes a que para 2020 aumenten el porcentaje de fondos sin asignación específica o con asignación más flexible. «El compromiso de los donantes de facilitar fondos sin asignación específica e imponer menos restricciones nos permitirá realizar mejor nuestras actividades humanitarias en las zonas de conflicto que no captan la atención de los medios, para las cuales se nos asignan pocos fondos», afirmó Peter Maurer, presidente del CICR.
Trabajadores humanitarios se enfrentan a la desconfianza de la gente que, después de años de guerra, siente mucho recelo.