Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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En un momento de crisis crecientes y cambios rápidos, debemos replantearnos el modo en que respondemos colectivamente
Los trabajadores humanitarios luchan siempre por el orden. A pesar del caos que vemos a diario (o quizás debido a este), tenemos la imperiosa necesidad de clasificar, de organizar. Hacemos distinción de cometidos, agrupamos por sector y respondemos por fases.
Por supuesto, sabemos que esto es en parte artificial. Cuando estalla un conflicto u ocurre un desastre, intervenimos, adaptamos, innovamos y buscamos nuevas soluciones a los desafíos imprevistos. Pero a medida que la situación se va calmando, utilizamos esas experiencias para reclasificar, redefinir y reorientar. Emerge un orden revisado.
Ante los cambios que hemos presenciado en los últimos cinco años, algunos de nosotros nos preguntamos si los fundamentos mismos de este orden son aún pertinentes. Somos testigos de un número creciente de conflictos prolongados, que sumen a la gente en un estado de extrema vulnerabilidad y hacen que sea difícil clasificar los contextos humanitarios. Cada vez más nos encontramos con las mismas comunidades afectadas por peligros múltiples: conflictos agravados por desastres; desastres agravados por el cambio climático y los riesgos agudos asociados con la urbanización no planificada. También las vemos tomando iniciativas, creando su propia capacidad de resiliencia y teniendo necesidades muy concretas.
By Yves Daccord and Elhadj As Sy
Yves Daccord is director general of the ICRC; Elhadj As Sy is secretary general of the IFRC.
Asimismo, observamos que la fragilidad y las necesidades humanitarias se han globalizado; ya no podemos afirmar que el sufrimiento y la vulnerabilidad son privativos del Sur (si alguna vez esto fue así). La mayoría de la gente pobre del mundo vive en países de ingresos medios y altos. La llegada en 2015 de más de un millón de migrantes vulnerables a las costas europeas ilustró las consecuencias regionales y mundiales del sufrimiento difícil de abordar.
Las necesidades han ido cambiando y, por ende, debemos adaptar nuestra intervención. La Cumbre Humanitaria Mundial brinda la oportunidad de hacer precisamente eso. Las intervenciones colectivas y colaborativas deben ir más allá de los límites, los cometidos y los planteamientos tradicionales. Ninguna organización puede aspirar a responder sola a las necesidades de las comunidades vulnerables.
Lo más importante es que las asociaciones que se establezcan aprovechen el papel fundamental que desempeñan las organizaciones humanitarias locales, como las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. El sistema internacional pone demasiado énfasis en los actores internacionales y debido a ello las organizaciones locales tienen insuficiente influencia en la adopción de decisiones operativas y políticas humanitarias.
Es indispensable corregir este desequilibrio. A la vez que reconocemos la importancia de los actores internacionales, tenemos que asegurarnos de que la capacidad de los actores locales, que trabajan con arreglo a determinados principios, sea una prioridad absoluta. Estos actores deben ser considerados verdaderos asociados y no meros ejecutores. Esto incluye proteger y asegurar a esos grupos que operan en condiciones peligrosas. Al mismo tiempo, debemos preocuparnos de no cambiar una forma de desequilibrio por otra. Preconizamos un ecosistema que haga hincapié en las ventajas complementarias de los actores locales, nacionales e internacionales. Siempre habrá contextos, por ejemplo, en los que será necesaria la neutralidad de las organizaciones internacionales. En esos casos, es preciso eliminar rápida y completamente los obstáculos al acceso internacional.
Hallar el equilibrio adecuado nos permitirá responder con mayor eficacia a las necesidades de todo tipo. Poniendo énfasis en las relaciones de recíproco valor y de largo plazo entre los asociados locales e internacionales podremos prestar un apoyo más sostenido a las comunidades que padecen crisis crónicas. Estaremos en mejores condiciones de ayudarlas a determinar y abordar sus propios riesgos y vulnerabilidades, integrarlas en la respuesta y que se hagan más fuertes y más resilientes en el proceso. El papel de los trabajadores humanitarios será acompañar a las comunidades mientras encuentran sus propias soluciones en lugar de dar respuestas a preguntas que no siempre podríamos entender.
Este enfoque nos permitirá crear vínculos entre los diversos sistemas que engloba la intervención humanitaria. El componente con el cual muchos de nosotros estamos familiarizados, lo que solemos denominar el sistema humanitario “tradicional”, es solo una parte de un conjunto de diversos sistemas que muy a menudo no están sincronizados.
Tenemos que aceptar el cambio y la Cumbre Humanitaria Mundial es una oportunidad única para realizar esto a escala de todo el sistema. Tenemos que tener el valor de aprovechar esta oportunidad y concretarla.
La Cumbre Humanitaria Mundial reunirá en mayo de 2016, en Estambul, a jefes de Estado, eminentes pensadores, representantes del sector privado y organizaciones humanitarias de diversos tamaños, con el fin de establecer un programa de cambio para que la acción humanitaria se ajuste a los grandes retos que encaramos, según informó Naciones Unidas, que se ocupa de organizar el evento.
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