Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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Un planeta de extremos
Amedida que el planeta se calienta debido al cambio climático, los patrones climáticos se van modificando y en muchos casos se vuelven extremos. Fenómenos como las olas de calor, las sequías, los monzones y las tormentas se han agravado y han aumentado su frecuencia, mientras que la elevación del nivel del mar significa que las mareas de tormenta tienen repercusiones más graves en las poblaciones costeras. Sin embargo, hay soluciones: por un lado, lograr el ambicioso objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero podría evitar que aumente el calentamiento, y, por el otro, favorecer la capacidad de resiliencia local y la reducción del riesgo de desastres permitiría aminorar los daños y el costo humano.
La adopción del Marco de acción de Sendai para la reducción del riesgo de desastres a principios de este año, así como iniciativas como la Coalición de mil millones para la resiliencia de la Federación Internacional contribuyen a hacer de la preparación para enfrentar los desastres relacionados con el clima una parte esencial de los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas y de la reunión de París de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (también llamada COP21) que se celebrará en diciembre. No obstante, estos esfuerzos mundiales deben sumarse a las políticas nacionales y a soluciones concretas impulsadas localmente. El Movimiento de la Cruz Roja y de la Medi Luna Roja actúa desde hace mucho tiempo a nivel mundial y en primera línea, combinando tecnologías y métodos nuevos con prácticas más antiguas y tradicionales, para reducir el riesgo en las comunidades más afectadas por el cambio climático.
Al igual que muchos países en el sudeste de Asia, Vietnam es propenso a las mareas de tormentas, las inundaciones y las sequías que amenazan cada vez más las verdes costas y los extensos deltas del país. Con 3.260 km de costa y un promedio de seis a ocho tifones al año, Vietnam es uno de los países más afectados en lo que se refiere a muertes y pérdidas económicas.
Si el nivel del mar a lo largo de las regiones costeras de Vietnam se eleva de 65 a 100 cm de aquí al 2100, como pronostica el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, las consecuencias para la población costera –unos 6 millones de personas- podrían ser graves.
Al mismo tiempo, l rápido crecimiento demográfico y económico, junto con la expansión e intensificación de la agricultura, la conversión de los humedales y la urbanización han agudizado la vulnerabilidad de las regiones costeras.
El rápido desarrollo de las granjas camaroneras y otros proyectos industriales y urbanísticos, por ejemplo, han dado lugar a una disminución significativa de los bosques de mangles, que proporcionan nutrientes a la vida marina de la que dependen alimentaria y económicamente muchos habitantes. Los mangles protegen también a las poblaciones de las mareas de tormenta y la erosión dando sujeción al suelo en los períodos de fuertes precipitaciones, lo que estabiliza el litoral.
Por esta razón, la recuperación de los bosques de mangles ha sido una prioridad para los actores tanto gubernamentales como no gubernamentales de la región, con inclusión de la Cruz Roja de Vietnam, que ha desempeñado un papel preponderante en los esfuerzos.
Según una evaluación reciente, estos esfuerzos han permitido reducir de manera significativa el riesgo de desastres y mejorar los medios de subsistencia locales. Según señala el informe, unos 2 millones de personas se vieron favorecidas indirectamente por estos esfuerzos de forestación.
Mediante una comparación de los daños causados por tifones similares antes y después de la intervención, la evaluación determinó que los daños en los diques se redujeron en 80.000 dólares y se situaron en 295.000 dólares, un ahorro que es inferior al costo de la plantación de mangles. Sin embargo, el ahorro total obtenido gracias a los riesgos evitados en las comunidades en general fue de unos 15 millones de dólares.
Entre tanto, el rendimiento por hectárea de los productos acuícolas, como los mariscos, aumentó de un 209% a un 789%, según la especie. Los beneficios económicos directos de estas y otras actividades fueron de 344.000 a 6,7 millones en las comunidades objeto de la evaluación.
Las Sociedades Nacionales de todo el sudeste de Asia y la región del Pacífico ayudan a reconstruir una protección natural contra las tormentas mediante la plantación de mangles y otras plantas que fortalecen las áreas costeras conteniendo así la erosión y las mareas de tormenta. Arriba, una voluntaria de la Cruz Roja Indonesia trabaja en un vivero de mangles. Abajo, la Cruz Roja de Filipinas cultiva plántulas de mangle. Árboles plantados por la Cruz Roja de Kiribati forman una línea frente a la playa, mientras que en Vietnam, la plantación de mangles que se practica desde hace mucho tiempo ha dado sus frutos ya que ha aumentado la producción de mariscos.
Fotografía: ©REUTERS/NOAA
Namibia, el país más árido del África subsahariana, sufre cada vez más por las sequías. En el norte del país, donde los grupos tribales dependen del cultivo o el ganado, la Cruz Roja de Namibia los está ayudando a prepararse proporcionándoles formación y donaciones en efectivo mientras se recuperan de los efectos de la sequía.
En un país donde el 70% de la población trabaja en la agricultura, la sequía afecta a cientos de miles de personas. Los cultivos sufren, el pasto para el ganado se hace más escaso y los pozos se secan, lo que significa que los agricultores tienen que viajar distancias más grandes para que sus animales puedan pastar. Además, las familias tienen que beber agua sucia.
En colaboración con la Cruz Roja de Namibia, la Federación Internacional intervino en cuatro de las regiones más afectadas en el norte del país. Lo más urgente era conseguir alimentos, agua potable fórmulas para mantener su salubridad como depósitos, bidones y pastillas potabilizadoras. Se repararon también los puntos de distribución como los pozos.
Pero dado que este país del sur de África se ve afectado periódicamente por desastres naturales, no basta con responder a las crisis. Por lo tanto, gran parte de la labor de la Cruz Roja en Namibia es ayudar a las comunidades a asumir su propio futuro.
“El impacto del cambio climático es evidente y las comunidades tienen que responder continuamente a los cambios en el medio ambiente”, dice Kenny Hamilton, delegado de la Cruz Roja Británica que trabaja para la Federación Internacional.
Se está enseñando a las comunidades a gestionar de manera más sostenible el ganado. Además, se ha entregado semillas y aperos a los agricultores y se les ha facilitado información sobre las prácticas agrícolas más sostenibles.
Asimismo, se ha dado dinero a las familias de las comunidades tribales para que puedan comprar animales reproductores o semillas, según la tribu. Gracias a las donaciones en efectivo, la gente no tiene que vender o sacrificar sus animales para alimentarse y en cambio pueden utilizar el dinero para lo que deseen, lo que a su vez permite apoyar a los comerciantes locales y fortalece la economía.
Como parte de la operación de recuperación tras el tifón Haiyan, la Cruz Roja de Filipinas se esfuerza por promover la reducción del riesgo de desastres en algunas de las comunidades de la remota isla de Calamian, en el norte de Palawan, la provincia más occidental de Filipinas.
Entre ellas están los miembros del pueblo tagbanwa, muchos de los cuales viven en aldeas aisladas a dos horas o más en barco de la isla principal de Busuanga.
Estas pequeñas islas rocosas carecen de fuentes de agua viables y tienen que importar agua desde el continente. Para ayudarles a gestionar mejor el suministro de agua y prepararse mejor para afrontar las tormentas tropicales, la Cruz Roja de Filipinas organiza “’visitas de aprendizaje” que realizan líderes comunitarios desde las islas Calamian a San Francisco, un municipio en el grupo de islas Camotes conocido por sus avanzadas prácticas de preparación para desastres.
San Francisco, un paraíso turístico, se hizo famoso por ser uno de los pocos lugares de la región donde Haiyan no causó víctimas mortales tras su paso en noviembre de 2013. Las islas Camotes también son conocidas porque saben gestionar el suministro y consumo de agua.
“Después de visitar Camotes, los líderes y ancianos habrán aprendido nuevas ideas para tener más agua”, dice Febbie Ann Motin, voluntaria de la Cruz Roja de Filipinas y miembro de la comunidad de Cabugao en las islas Calamian, donde la Cruz Roja también organiza sesiones para enseñar a mantener el agua limpia para el uso diario. “Hoy en día, no hay bastante agua para lavar la ropa y bañarse.”
Este conocimiento podría ser particularmente útil este año, ya que los meteorólogos advierten que el fenómeno de El Niño probablemente reduzca aún más las precipitaciones en Palawan.
Catalina Jaime, delegada de actividades de reducción del riesgo de desastres para la Cruz Roja Suiza, que apoya el programa, dice que San Francisco se ha convertido en un modelo de la preparación para desastres, en parte porque utiliza un sistema tradicional de gestión de los asuntos locales y fomento de la autonomía. En este sistema, los miembros de pequeños grupos comunitarios, llamados puroks, están en primera línea en casos de desastre para educar, informar y advertir a la gente. Los habitantes quedan preparados para las próximas tormentas y se les alienta a participar en programas de reducción de riesgos y de control de enfermedades.
Los participantes dijeron que las visitas fueron muy útiles porque pudieron observar la relación de los municipios con sus respectivos barangays (distritos) y ver cómo estos han organizado a las comunidades a nivel de los hogares para hacer frente a los desastres.
“Por ejemplo, en el barangay Abaroan, el principal peligro que constataron son las inundaciones, por lo tanto, cada familia es movilizada para reducir los riesgos y los efectos adversos de las inundaciones”, explica Lucy Alegría Nery, voluntaria de la Cruz Roja de Filipinas y jefa comunitaria de la juventud en Maglalambay (islas Calamian). “La comunidad también ha desarrollado un sistema de alerta temprana en el cual el capitán del barangay conoce la capacidad de los miembros de su comunidad para estar preparados para lo que pueda suceder.”
En ningún lugar del mundo la intersección entre el conflicto y el agua es más evidente que en Oriente Medio. Incluso antes de los conflictos registrados en las últimas décadas, el consumo de agua alcanzaba cotas insostenibles en muchos países de la región.
“Esta región depende principalmente de la agricultura y la producción de alimentos, lo que exige una gran cantidad de agua”, señala Guillaume Pierrehumbert, coordinador de agua y hábitat del CICR que ha trabajado en varios países de la región.
Veamos el caso de Jordania. Antes del conflicto en Siria e Irak, y la afluencia de refugiados, el consumo de agua en el país ya era insostenible. En muchas partes, las autoridades locales hacían frente a una disminución de las capas freáticas, el aumento de los costos de bombeo y el aumento de la salinidad de los acuíferos.
Al mismo tiempo, la infraestructura hídrica era obsoleta y resultaba imposible administrar la demanda de manera eficaz, según un reciente informe (en inglés) del CICR sobre cómo la guerra en Oriente Medio está llevando a la región a una catástrofe hídrica. El norte de Jordania tuvo la mayor tasa de pérdida de agua, así como problemas con la calidad de esta y la continuidad del suministro.
Por otra parte, Jordania ha absorbido un número sin precedentes de refugiados que huyen de Siria, que vienen a sumarse a las olas anteriores de refugiados de los conflictos en Irak y el territorio palestino ocupado. Alrededor del 80% de los refugiados sirios en Jordania residen en comunidades de acogida, mientras que el 20% vive en campamentos.
“Encontrar” agua mediante la conservación
“Gran parte de la región depende de una infraestructura obsoleta que requiere un importante mantenimiento”, observa Michael Talhami, asesor regional en agua y hábitat del CICR para Oriente Próximo y Oriente Medio.
Cuando se piensa en cómo se podría obtener más agua en las zonas áridas, la respuesta no siempre es hacer otro pozo.
“No podemos pensar solo en las opciones del aspecto suministro: es decir, perforar más pozos para extraer más agua. Eso no haría más que empeorar la crisis. Siempre que sea posible, tenemos que enfocarnos en la gestión de la demanda y ayudar a conservar el agua, reduciendo las pérdidas y mejorando la eficacia de todo el sistema de abastecimiento.”
“En Badia Norte, en el norte de Jordania, es exactamente esto lo que estamos tratando de hacer –asegura Talhami–. “Al mejorar la infraestructura obsoleta podemos reducir significativamente las pérdidas en el sistema y, por lo tanto, hacer que aumente considerablemente el abastecimiento de agua.”
En el norte de Paraguay el sol abrasador quema la tierra, lo que impide cultivar frutas y vegetales. En esta fotografía, un habitante del pueblo Tacuatí Poty extiende una malla-sombra entregada en el marco de un programa del CICR realizado con la Cruz Roja Paraguaya para ayudar a las familias campesinas. “Sin sombra, el sol quema las plantas”, dice Nélida González, habitante del lugar. Con el propósito de ayudar a las poblaciones afectadas por la violencia, el programa proporciona aperos, semillas y capacitación, así como alambre, tela y malla para fabricar sombra.
¿Llevará el calentamiento del planeta a un mundo más violento? ¿O continuará simplemente causando más sufrimiento a las personas que viven en medio de un conflicto?