Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
vc_edit_form_fields_attributes_vc_
A lo largo del litoral mediterráneo, cerca de la frontera entre Italia y Francia, van llegando las personas que huyen del conflicto, la persecución y la pobreza. Una sección de la Cruz Roja Italiana afronta el desafío que plantea esta situación.
ENCLAVADA EN UNA FRANJA de tierra llana entre escarpados acantilados y el mar Mediterráneo, se encuentra la ciudad italiana de Ventimiglia, a unos 30 kilómetros de la frontera con Francia.
Esta ciudad y la Costa Azul, región ubicada justo del otro lado de la frontera, atraen a miles de turistas por sus pintorescos paisajes, sus playas, puertos y diversas actividades recreativas.
Sin embargo, en los últimos meses se ha vivido una realidad muy distinta en este paraíso veraniego. Durante el verano, más de 4.500 personas, procedentes de Bangladesh, Eritrea, Etiopía, Libia, Malí, Pakistán, Siria, Sudán y otros países, han ido a parar a Ventimiglia en un intento desesperado por cruzar la frontera con Francia. Con pocas perspectivas de trabajo o de residencia legal en Italia, estas personas esperan que Francia les brinde un lugar digno para vivir.
Pero las posibilidades son muy remotas. Sin visa y prácticamente con lo puesto, su única esperanza es cruzar la frontera en tren, caminar a lo largo de las vías férreas en la noche o recorrer peligrosos senderos rocosos a través de las montañas que bordean la costa, todos patrullados por agentes fronterizos franceses.
Mohamed Omer, de 25 años procedente de Sudán, se las arregló para atravesar la frontera y llegar a Niza, donde fue detenido y pasó cuatro días en la cárcel antes de ser devuelto a la frontera italiana.
“Voy a intentarlo de nuevo”, cuenta Mohamed, que llegó de Egipto en una pequeña embarcación junto con otras 500 personas hace apenas una semana. “Lo intentaré cuantas veces sea necesario.” Al igual que muchos de los que están aquí, este joven sudanés no tiene un destino preciso. “Iré adonde sea”, dice. “Trabajaré en lo que sea para mantenerme, mejorar mi situación y ayudar a mi gente.”
La zona fronteriza cerca de Ventimiglia ha sido durante mucho tiempo un paso obligado hacia Francia para los migrantes, pero este verano la situación se volvió insostenible tras la llegada a varios puertos italianos de numerosos barcos atestados de migrantes. Al saber que era posible cruzar por este paso fronterizo, muchos se subieron al primer tren que encontraron.
Sin embargo, en la frontera fueron detenidos por la policía francesa. Rápidamente cientos de migrantes se hacinaron en el puerto cerca del puesto fronterizo. Mientras tanto, otros varios centenares se habían instalado temporalmente en la principal estación de trenes de Ventimiglia.
Voluntarios de la sección de la Cruz Roja Italiana en Ventimiglia y de la región costera de Liguria se sumaron a otros habitantes para proporcionar alimentos, agua y otros socorros a los migrantes que se encontraban en la estación y a los que acampaban cerca de la frontera. Las autoridades locales pidieron a la sección de Ventimiglia que diera refugio a los migrantes en un edificio vacío adyacente a la estación de trenes.
A fines de agosto, más de 4.300 personas se habían alojado en el edificio y, en promedio, cada noche llegaban 50 más. La sección de la Cruz Roja Italiana en Ventimiglia sirvió desayuno, almuerzo y cena a unas 200 personas por día.
“El mayor problema que se nos presenta ahora es que se acerca el invierno y no tenemos calefacción en este alojamiento improvisado”, dice Paola Amato, presidenta de la sección. “En Liguria, llueve mucho, hace frío y es una zona ventosa en invierno.”
Redactor responsable de Cruz Roja Media Luna Roja
Voluntarios y colaboradores de la Cruz Roja acogen a más de 570 migrantes que llegaron en un barco guardacostas italiano al puerto de Messina (Sicilia), en julio de 2015. Los voluntarios les ofrecieron algo de comer y beber y les prestaron otros servicios esenciales como control de salud y apoyo psicológico.
Fotografía: © Carlos Spottorno/Panos
Ha sido un reto enorme para la sección. Pero gracias al apoyo de los voluntarios que vienen de toda Italia para trabajar en turnos de 12 días Amato confía en que la sección podrá seguir ofreciendo en un futuro previsible servicios esenciales (visitas una vez por semana de un asesor jurídico, posibilidad de hacer llamadas telefónicas gratuitas a los familiares que han regresado a su país y atención médica gratuita).
Personal enfermero y médicos voluntarios de varias regiones de Italia atienden en todo momento a los pacientes en un dispensario móvil de la Cruz Roja, y un voluntario de habla árabe ofrece sus servicios como traductor para los muchos arabo hablantes del campamento. “Al principio tuvimos muchos casos de sarna”, explica Tommaso Croese, médico voluntario en el refugio desde que se creó en junio. “Ahora solo quedan unos pocos casos. Muchas personas sufren de hipertensión, así como de abscesos, fiebre y tos, y hay algunas mujeres embarazadas.”
La acción desplegada en Ventimiglia es tan solo un ejemplo de la labor que lleva a cabo la Cruz Roja en favor de los migrantes desde que pisan suelo italiano hasta en los campamentos instalados en ciudades como Roma y Milán, y en otras ciudades donde los migrantes permanecen temporalmente o tratan de asentarse.
En puertos como Messina, Palermo y Catania, por ejemplo, a la llegada de los barcos, los voluntarios de la Cruz Roja proporcionan asistencia médica inmediata, alimentos y alojamiento o servicios de traducción. En Roma y Milán, prestan servicios de salud de emergencia en las principales estaciones de trenes y en Roma, la Sociedad Nacional estableció una “ciudad de tiendas de campaña” para proporcionar alojamiento, alimentos y atención médica para cientos de migrantes. Para los migrantes o refugiados que desean quedarse en Italia, la Sociedad Nacional les ofrece diversos servicios a fin de ayudarlos a integrarse en la sociedad italiana.
En Ventimiglia, las personas alojadas en el refugio expresan su gratitud por la asistencia recibida. Muchos han sobrevivido a viajes angustiosos y no les queda más que lo puesto. A los 23 años, Osman Ibrahim, procedente de Sudán, llegó hace apenas una semana en un barco proveniente de Egipto y no sabe a quién recurrir. Aunque está agradecido por la ayuda de la Cruz Roja, anhela una solución permanente a su difícil situación.
“No es la primera vez que la Cruz Roja me brinda ayuda”, añade Ibrahim, que ya había recibido asistencia de la organización estando en un campamento de refugiados en el oeste de Chad después de salir de Sudán. “Le digo gracias a la Cruz Roja por los alimentos y el alojamiento que me han dado, pero no es una solución a mi problema.”
Para muchos de los migrantes que están aquí, la solución no radica solamente en realizar el sueño de conseguir una residencia legal y un trabajo en Europa, sino también en que la comunidad internacional preste más atención a los conflictos y otras crisis que han causado este éxodo hacia Europa. También implica encontrar alguna salida para los migrantes que están atrapados en una de las fronteras europeas, sin poder regresar a su patria, quedarse donde están ni poder seguir adelante.
“Esto no es algo que decidimos hacer de la noche a la mañana”, comenta Amir, de 23 años, procedente de la región de Darfur (Sudán). Amir trabajó durante tres años en Libia, donde fue encarcelado como migrante indocumentado, con el fin de ahorrar dinero para tomar un barco a Italia. “Hemos trabajado y sufrido mucho para poder irnos. La guerra lo ha destruido todo, no tenemos nada por lo que volver ni nada que perder. Así que seguiremos intentándolo el tiempo que sea necesario.”
Shimul Datta se las ingenió para montar un negocio floreciente en el mercado local de Kishoreganj a pesar de las dificultades provocadas por la pandemia de covid-19.