Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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El Golfo de Adén es desde hace tiempo uno de los lugares más mortíferos del mundo para los migrantes. Hoy el conflicto en Yemen ha invertido los patrones migratorios tradicionales y plantea nuevos retos humanitarios.
AMINA* Y SU FAMILIA decidieron huir de Shumaili (Yemen) después de haber sobrevivido a 15 días atroces de bombardeos a principios de este año. “Nos habíamos acostumbrado al ruido de los disparos – relata Amina– pero más tarde fueron reemplazados por una lluvia de bombardeos aéreos. No sabía adónde correr y no había refugios subterráneos para esconderse. Tuvimos que huir de Yemen por nuestra seguridad.”
Amina es una de los miles de yemeníes que escaparon de los combates en su país y se arriesgaron a cruzar los 260 km que tiene el Golfo de Adén para encontrar refugio en Somalia, un país que, a su vez, ha sufrido una sucesión de conflictos internos durante dos décadas y es afectado por una devastadora sequía cíclica.
Es un irónico y trágico cambio de dirección de los acontecimientos. Durante años Yemen fue un destino para muchos somalíes que aspiraban a dejar atrás los conflictos y la pobreza solicitando la condición de refugiado en Yemen o siguiendo a Arabia Saudita.
Zeynab, originaria de Somalia, partió a Yemen huyendo del conflicto y la pobreza, pero se vio forzada a regresar cuando estalló la guerra en Yemen en 2014
Como el conflicto en Yemen se fue agravando en el transcurso del año, muchos de los somalíes regresaron a sus hogares, a menudo en las mismas embarcaciones que los refugiados yemeníes.
Uno de esos repatriados somalíes es Zeynab*, que llegó a Bosaso (Somalia) con sus tres hijos. “Recuerdo que estaba preparando el desayuno para mis hijos”, dice. “Los disparos y las explosiones se intensificaron. Los enfrentamientos habían llegado a nuestra puerta. No tuvimos otra opción que huir para ponernos a salvo.”
Los repatriados y los refugiados han llegado por mar a los dos principales puertos somalíes de Berbera en Somalilandia y Bosaso en Puntlandia. Las embarcaciones arriban de día y de noche, a veces hasta con 1.000 personas a bordo.
En ambos lugares, el CICR ha suministrado una pequeña cantidad de alimentos y otros artículos esenciales y los voluntarios de la Media Luna Roja Somalí se turnaron día y noche para prestar primeros auxilios. Se facilitaron llamadas gratis a todos los recién llegados para que se pusieran en contacto con los familiares en Yemen, Somalia o en otro país.
Zeynab, por ejemplo, perdió el contacto con su marido en medio del caos. Al llegar a Bosaso, los voluntarios de la Media Luna Roja Somalí los ayudaron a ponerse nuevamente en contacto. “Estaba tan preocupada”, dice Zeynab, que desde hacía más de un mes no tenía noticias de él. “Cuando escuché su voz en el teléfono, me sentí aliviada: estaba vivo.”
Se está dando la misma situación en Djibouti, que limita al norte con Somalia y ha recibido tanto a refugiados de Yemen como a migrantes etíopes, muchos de los cuales vivían en Yemen desde hacía años.
En los puertos de Djibouti y Obock, los principales puntos de entrada al país, la Media Luna Roja de Djibouti también ha facilitado llamadas gratuitas a las personas que desean comunicarse con sus familiares y decirles: “Estoy sano y salvo en Djibouti.” Desafortunadamente, dada la situación actual en Yemen, los voluntarios y el personal del CICR no pueden transmitir mensajes de Cruz Roja en papel a las personas que viven en Yemen.
“En Somalia, el equipo del CICR no solo supervisó los servicios de restablecimiento del contacto entre familiares (RCF), sino que también quiso ver si las personas que llegaban desde Yemen tenían otras necesidades que el CICR pudiera abordar o derivar a las organizaciones competentes”, señala Ahmed Zaroug, coordinador de protección que supervisa el programa de RCF en Somalia.
“Si hay niños no acompañados, estos tienen necesidades específicas”, precisa. “Los menores llegan traumatizados a causa de los terribles incidentes que han presenciado, algunos están enfermos y otros heridos.”
Rita Nyaga es asistente en la unidad de seguridad económica de la delegación del CICR en Somalia y está radicada en Nairobi.
Miraj Mohamud es asistente en comunicación de la delegación del CICR en Somalia y colaborador del blog Somalia del CICR (blogs.icrc.org/somalia).
*Amina y Zeynab pidieron que no se diera a conocer su apellido para proteger su identidad.
Después de haber sido abandonados en pleno mar de Andaman por traficantes de personas y haber andado a la deriva durante tres meses con poca comida y agua, 561 migrantes de Bangladesh y Myanmar desembarcaron en una playa en Aceh (Indonesia) a fines de agosto. Socorridos por los pescadores locales, muchos casi sin fuerzas llegaron a duras penas a la orilla.
“La mayoría, incluso los niños, estaban muy mal”, dice Ahmad Yani, que trabaja en la sección de Aceh del Norte de la Cruz Roja Indonesia. “Los problemas de salud que padecían iban desde la deshidratación hasta el trauma psicológico.”
Después de ayudar a los migrantes a trasladarse a un lugar más seguro, no lejos de la playa, la Cruz Roja Indonesia ayudó a instalar un centro de salud en colaboración con una asociación local de médicos para prestarles servicios de primeros auxilios y de salud. Unos voluntarios de la Sociedad Nacional también instalaron una cocina de campaña, donde se sirven comidas tres veces al día.
En el lapso de una semana, más de 1.800 migrantes llegaron a diferentes puntos del litoral oriental de Sumatra y el gobierno local instaló seis centros de acogida. La Sociedad Nacional también distribuyó ropa, mantas y artículos para bebés, impartió sesiones de promoción de la higiene y la salud y facilitó a los migrantes el envío de mensajes a los familiares en su país de origen.
Las llegadas al este de Sumatra muestran lo peligrosas que son las rutas migratorias que la gente está tomando en todo el mundo. En Asia sudoriental, muchas personas que huyen del conflicto, la opresión, la pobreza o las secuelas de un desastre natural se embarcan en dirección de Australia e Indonesia. Barcos con cientos de migrantes a bordo son interceptados con frecuencia en las aguas que rodean Malasia, Myanmar, Indonesia y Tailandia. Las rutas terrestres también son peligrosas. En mayo de este año, las autoridades malasias descubrieron varias fosas comunes en los campings que supuestamente fueron utilizados por traficantes de migrantes procedentes de Myanmar.
Uno de los pasos fronterizos marítimos más peligrosos es el Golfo de Adén, por el que desde hace tiempo cruzan personas procedentes del Cuerno de África. Hoy, la corriente migratoria se ha invertido y las personas huyen de Yemen. Aunque no despiertan un gran interés mediático mundial, los desastres que tienen lugar en el Golfo de Adén son frecuentes: en febrero de 2015, por ejemplo, unas 35 personas desaparecieron al cruzar el mar en un pequeño barco pesquero. Según la Organización Internacional para las Migraciones, el cruce de África oriental es la segunda zona de cruce fronterizo más mortal para los migrantes después del Mediterráneo.
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